LOS CARACTERES DEL SUBDESARROLLO.
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EDUCACIÓN
Las dificultades para satisfacer de manera generalizada el derecho a la educación constituyen otro de los aspectos decisivos en la problemática social del Tercer Mundo. Problema que, en realidad, ha de valorarse desde una doble óptica, por cuanto representa simultáneamente una de las causas fundamentales del subdesarrollo y el resultado inmediato de los mecanismos políticos, económicos y sociales que justifican su existencia y su perpetuación.
A partir de este planteamiento es posible, por tanto, captar la dimensión real del fenómeno en su doble vertiente cuantitativa y cualitativa. El carácter marginal que pose la educación en el espacio tercermundista viene ratificado por un hecho indiscutible: la extraordinaria importancia alcanzada por el analfabetismo. El número de analfabetos en el planeta ha crecido extraordinariamente entre 1960 y la actualidad: más de 900 millones, no obstante una leve disminución en términos relativos. En 1989 aún 38 Estados no tenían como obligatoria la enseñanza primaria.
No se trata sólo de un problema de cualificación de la población, ante un sistema económico y productivo que generalmente debe recurrir a la contratación de personal cualificado sumamente costosa; es más bien que la desescolarización supone la participación de los niños en tareas productivas, lo que a su vez hace de estímulo a la natalidad. Por otra parte, es evidente que las más altas tasas de natalidad se producen en todo el planeta entre el sector de población con menos escolarización, lo que termina por genera un círculo vicioso.
HAMBRE
Pese a los contrastes existentes dentro del Tercer Mundo, es obvio que el problema del hambre aparece como una de las cuestiones más críticas y preocupantes. La subalimentación es un problema generalizado: cerca del 70% de la población consume menos de las 2.500 calorías por habitante y día que según la FAO es el umbral de la subalimentación. Este valore encubre, sin embargo, situaciones críticas en ámbitos geográficos muy extensos, como es el caso de Centroamérica y de la mayor parte de los países del África negra o de India, donde la dieta no logra superar las mil caloría diarias.
Pero tan importante o más que ese déficit cuantitativo es la desnutrición cualitativa observable: más de tres cuartas partes de la población del tercer mundo consume menos de 15 gramos de proteínas diarias (límite mínimo), padeciendo también más de la mitad avitaminosis. El problema no sólo estriba en términos absolutos, sino que en el Tercer Mundo existe una acusada fluctuación en la disponibilidad de alimentos: más perniciosa que la carencia global de alimentos es la huella que los períodos de sutura (entre el final de los alimentos de una cosecha y la cosecha siguiente) dejan profundas huellas, especialmente en la población infantil, con cuadros patológicos derivados como el escorbuto, beri–beri, pelagra, raquitismo, etc.
Unido a un sistema médico endeble, la subalimentación provoca que una de cada 4 personas en el conjunto de África sea un enfermo crónico, con los costes sociales que esto implica. En general, la productividad de los adultos en los países del Tercer Mundo es casi un 40% inferior de media a la de los adultos de países desarrollados, lo que hipoteca sin duda el futuro del Tercer Mundo.