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rable de Samuel Sebastian Wesley transformó el anthem de gran escala incorporando una magnífica selección de textos de gran fuerza dramática y su manejo personal de la disonancia. La reforma y la reducción de gastos de los coros catedralicios, especialmente después de 1870, junto con el aumento del número de coros disciplinados en muchas iglesias parroquiales, fueron un nuevo incentivo tanto para los editores como para los compositores. La publicación de anthems en ediciones económicas no tuvo precedentes y los mejores solían pertenecer a compositores no vinculados profesionalmente con la Iglesia, como Parry, Stanford y Vaughan Williams. No es de sorprender que el carácter secular y a menudo sinfónico que comenzó a prevalecer en el anthem lo llevó a otro breve florecimiento a comienzos del siglo XX. Como resultado del desarrollo extraeclesiástico del género, apareció el himno-anthem, que incorporaba himnos y villancicos populares, así como textos poéticos en lugar de los de las escrituras.
Algunos compositores posteriores como Herbert Howells, el estadunidense Leo Sowerby y el canadiense Healey Willan, siguieron manejando el anthem como parte importante de su producción. Asimismo, a comienzos del siglo XX hubo un resurgimiento de las antiguas glorias de la música catedralicia, en particular de los periodos isabelino y jacobino, que ha perdurado hasta nuestros días. Por otra parte, la innovación victoriana de reemplazar el anthem con arreglos de himnos, fragmentos de oratorios y cantatas, partes de misas, motetes y adaptaciones, no ha desaparecido por completo, con lo cual, la tradición del anthem ha tomado rumbos más eclécticos.
Los cambios litúrgicos, a partir de la década de 1960, han tendido a suprimir las oraciones matutinas y vespertinas antes centrales en el Oficio de la misa, contexto común para los anthems, y han impulsado el predominio del canto congregacional sobre el coral. La única referencia a los anthems que hace el nuevo libro para el servicio de la misa, Common Worship( 2001), es para aclarar que“ himnos y anthems” son una de las tres opciones de The Book of Common Prayer para finalizar el servicio de las“ oraciones matutinas y vespertinas”, siendo las otras un sermón y otras plegarias. Con la constante disminución en la asistencia congregacional y la escasez de coristas, sólo unos pocos coros catedralicios y colegiados tienen la capacidad de rendir justo tributo a los grandes anthems del pasado y enfrentar los retos que presentan los nuevos. Estos contados coros suelen tener sorprendentes niveles interpretativos y se esfuerzan afanosamente por defender y preservar la gran tradición catedralicia. Pero inevitablemente, igual que las misas y cantatas sacras anteriores, los anthems se han movido del servicio eclesiástico al concierto coral y al estudio de grabación, y en la actualidad son más apreciados como música en sí y no como parte integral de una experiencia religiosa.
3. El anthem parroquial y no anglicano A finales del siglo XVII, las iglesias parroquiales anglicanas, en su mayoría sin órgano, comenzaron a organizar coros voluntarios a los que se les pedía“ as much as may be, to imitate their mother churches and cathedrals”( en la medida de lo posible, imitar a sus iglesias madre y a las catedrales). A partir de 1701( en el libro de Henry Playford, Divine Companion), se comisionó a los compositores del momento la producción de anthems simplificados para los coros parroquiales. Pronto fueron imitados por maestros de canto rurales que desarrollaron un tipo de anthem muy alejado de los cánones de la música de arte, pero que constituían una forma de expresión legítima para los cantantes rurales que después de 1760 solían acompañarse con ensambles de iglesia. Esta tradición se ha revalorado y está resurgiendo en la actualidad bajo el nombre de“ west gallery music”( música de iglesias parroquiales). Sin embargo, en la época victoriana esta práctica disminuyó paulatinamente conforme los organillos y armonios fueron desplazando a los grupos instrumentales, y los tradicionales cantantes de galería fueron reemplazados con grupos corales vestidos con sobrepelliz ubicados en el presbiterio. Como consecuencia, hubo un regreso a la música de arte y compositores profesionales como Goss y Stainer se entregaron nuevamente a la práctica de escribir himnos parroquiales sencillos.
El anthem rural del periodo georgiano dio lugar a un sorprendente florecimiento de anthems, sobre todo en comunidades congregacionistas y unitarias de los Estados Unidos( 1770-1810), con Billings a la cabeza, tendencia vencida por la prosperidad urbana. Tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, muchas iglesias protestantes no anglicanas adoptaron el canto del anthem a menudo con participación congregacional. Tanto el sistema de solfeo * tónica sol-fa en Inglaterra como el sistema * fasola o de * formas de nota en sus colonias americanas, facilitaron a los cantantes sin preparación el canto de anthems escritos por compositores profesionales. En la actualidad, muchas iglesias protestantes urbanas de los Estados Unidos cuentan con numerosos