Teoría Diccionario Oxford De La Música A - K | Page 751

impresión y publicación de música 756
temprana de su hijo, pero éste sí logró que Artaria publicara muchas de sus obras de cámara. A la muerte del compositor, el editor J. A. * André de Offenbach le compró a su viuda Constanze algunos manuscritos de obras que editó posteriormente.
Una parte importante de la correspondencia de Beethoven se relaciona con su editores( Alan Tyson hizo un admirable estudio en dos capítulos de su obra, The Beethoven Companion, editada por Denis Arnold y Nigel Fortune, Londres, 1971). Beethoven estaba determinado a frenar la piratería y a los copistas sin escrúpulos, y en 1801 sintió que estaba en posibilidades de elegir a su propio editor de entre seis o siete candidatos y establecer su propio precio por cada obra. En ocasiones evitó ceder obras que podía publicar él mismo, como sus conciertos más finos. Mantuvo ocupado a un buen número de copistas y correctores, se encargó personalmente de los errores de las pruebas de impresión y tuvo un ojo agudo para detectar alteraciones, faltantes o cambios de clave omitidos pero, como la mayoría de los compositores, reconocía que el autor no podía ser el corrector de originales ideal.
La relación de Verdi con * Ricordi fue en sí un drama fuera del escenario perfectamente delineado en su correspondencia. Peleó con Tito Ricordi el joven, hijo de Giovanni( fundador de la empresa) sobre los errores de impresión en sus óperas e incluso lo obligó a retirar su primera edición de La traviata. Con el tiempo, Giulio, hijo de Tito, quien pusiera en contacto a Verdi con el libretista Boito para la ópera Otello, logró reestablecer buenas relaciones con el compositor.
Las tremendamente contrastantes personalidades y necesidades de los compositores crearon patrones de constantes cambios con los editores. Elgar y su editor en Novello, August Jaeger( el“ Nimrod” de las Variaciones“ Enigma”), establecieron un acuerdo artístico único, una amistad cálida y espontánea, por lo que su correspondencia( 1897-1908) refleja los estados anímicos y sentimientos volubles del compositor. A la muerte de Jaeger en 1909 a los 49 años de edad, Elgar escribió:“ Despondent about himself, he was full of hope for others, and spent himself in smoothing their path to fame”( Pesimista consigo mismo, ponía toda su esperanza en otros y se desvivía por suavizar su camino a la fama).
Los editores deben ser personas adaptables, diplomáticas, audaces, buenos negociantes y, sobre todo, sensibles a los talentos emergentes y a los cambios que experimenta la escena musical. No es buena profesión para el pusilánime. Algunos editores de música alemanes aún no han podido perdonar a Richard Strauss por la imagen burlona que hizo de ellos en su extraño ciclo de canciones Krämerspiegel( El espejo del tendero). La clara exigencia que Schoenberg dirigiera en 1911 a Emil Hertzka, director de * Universal Edition en Viena, bien podría estar en boca de todo verdadero compositor:“ Yo también he escuchado sus alabanzas. Ahora, ¡ por favor imprima mi obra! ¡ Sé que es buena! … Bueno, usted bien sabe cómo somos los músicos, y nadie lo sabe mejor que yo”.
9. La publicación de música en la actualidad Gran parte de los antecedentes comerciales de la publicación de música en el siglo XXI se ha centrado en los constantes cambios de las leyes de * derechos de autor y de ejecución, en el crecimiento de la industria discográfica, de la radio y la televisión, y en el advenimiento de la computadora personal.
El ingreso de los editores musicales generalmente proviene del cobro de cuotas de ejecución, reproducción mecánica, regalías, alquiler y venta de música. Por su parte, el compositor recibe regalías por las ventas y la ejecución de su música. Los derechos de autor( in.: copyright) de una obra, que originalmente son propiedad del autor pero que en la actualidad por lo general pertenecen al editor, tienen vigencia sólo a lo largo de la vida del autor y, en Europa, hasta 70 años después de su muerte. En los Estados Unidos se sigue un sistema similar. Las tarifas de alquiler de música son establecidas por la Music Publishers’ Association. Las grandes orquestas suelen tener acuerdos de renta permanente por las obras que interpretan con frecuencia, conservando las partituras en sus archivos a cambio de una tarifa regular. Los directores suelen llegar a acuerdos especiales para comprar una partitura de alquiler.
De la venta de música, el editor paga regalías al compositor. Esta cantidad de ninguna manera se compara con las inmensas sumas monetarias que en el siglo XIX y comienzos del XX solían recibir los compositores por la venta de las ediciones de música en hojas sueltas. En 1898, por ejemplo, The Soldiers of the Queen, obra publicada durante la Guerra de los Bóers, tuvo una venta superior a las 250 000 copias, y en la década de 1920 That Old-Fashioned Mother of Mine vendió más de 704 000 copias con lo cual su autor, Lawrence Wright, recibió 4 900 libras esterlinas. Las grabaciones y las transmisiones de radio y televisión son en la actualidad las fuentes de ingreso principales y los editores se percatan de la importancia que tiene explotar los derechos de autor para generar ganancias.