Teoría Diccionario Oxford De La Música A - K | Page 750

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de canciones sentimentales escritas por compositores populares, como Stephen Foster, las cuales alcanzaron a tener una difusión internacional.
En la segunda mitad del siglo XIX más inmigrantes alemanes establecieron tiendas de música y empresas que posteriormente crecieron hasta convertirse en importantes editoriales como: Gustav * Schirmer( Nueva York, 1861), Joseph Fischer( Dayton, OH, 1864), Carl * Fischer( Nueva York, 1872) y Theodore * Presser( Filadelfia, 1884). Además de alimentar las necesidades populares, algunos de ellos publicaron excelentes ediciones de los clásicos y corrieron riesgos financieros editando a compositores estadunidenses que para finales de siglo habían logrado establecer una“ escuela” propia, con Chadwick, Arthur Foote, Horatio Parker y, el más conocido de todos, Edward MacDowell.
El crecimiento de las orquestas sinfónicas, las casas de ópera y las instituciones educativas de calidad estimuló todavía más la vida musical del país y, junto con ella, la industria editorial. No obstante, el primer indicador del desarrollo de una nueva cultura musical se debió al fenómeno del ragtime y posteriormente del cakewalk. John Stillwel Stark, editor de Sedalia, Misuri, publicó los rags para piano de Scott Joplin. Por su parte, * Tin Pan Alley( nombre de los editores de hojas musicales en Nueva York), principalmente a través de empresas como Harms y Witmark, explotaron el género de canciones de vodevil usando nuevos métodos de publicidad. Cuando en 1911 apareció Alexander’ s Ragtime Band de Irving Berlin, el ragtime estaba prácticamente muerto, pues había sido desplazado por el blues y el jazz.
Los compositores estadunidenses interesados en la música folclórica e indoamericana fueron acogidos por la Wa-Wan Press( 1901) de Arthur Farwell, entonces en boga como un medio para crear música estadunidense auténtica. Pero la mayoría de los compositores pertenecía a una tradición más ecléctica, con Charles Ives a la cabeza, teniendo a su disposición suficientes editores estadunidenses dispuestos a promover sus obras. Algunas editoriales tomaron los musicales de Broadway, género que sigue vivo en la actualidad, y obras de la década de 1930 como Porgy and Bess de Gershwin, obra clásica estadunidense, y justificaron sobradamente su fe y su intuición para los negocios. Las editoriales de música estadunidenses, algunas estrechamente vinculadas con las europeas, siguen su papel de vínculo indisoluble para la escena vital que es la música estadunidense actual.
8. Compositores y editores La editorial de música inicialmente sirvió como un estímulo para la vida musical de los albores del siglo XVI, cuando Pierre Attaingnant se rodeó en París de reconocidos compositores como Sermisy, Certon y Janequin, así como músicos y amantes de la música de todo tipo. La recompensa financiera que ofrecía a los compositores era pequeña, pero su refinado trabajo de impresión y su amplia distribución podían retribuirles fama y honor. En lugar de dinero, los compositores solían aceptar un número determinado de ejemplares impresos, pero cuando inicialmente ellos se acercaban al impresor por lo general sabían que tendrían que financiar todo el proyecto. Sin una legislación que garantizara la protección de los derechos de autor y con la piratería ampliamente difundida, algunos compositores prefirieron conservar sus obras en manuscrito y negociar por su cuenta para la ejecución.
Un acuerdo firmado el 2 de enero de 1531 por el distinguido orfebre de Aviñón Jean de Channey y el compositor Carpentras ilustra los procedimientos editoriales de la época. Conocidos con el nombre de Contratos de Aviñón( y analizados detalladamente en el estudio de Daniel Heartz sobre Attaingnant, 1969), establecían los derechos y obligaciones de ambas partes y muestran las dificultades enfrentadas por Channey cuando pretendió hacer una edición monumental de las obras de Carpentras.
Los problemas de Handel con los Walsh ya han sido expuestos en este artículo( véase supra, 5). Sin la protección de los derechos de autor los compositores debían negociar directamente con los editores, tratando de asegurar el pago inmediato más alto posible. La piratería debía frenarse, como también las actividades de copistas sin escrúpulos que ofrecían el crédito de obras nuevas al mejor postor. Del siglo XVIII en adelante, las relaciones compositor-editor se encuentran claramente estipuladas en su correspondencia. En las cartas de Haydn a partir de 1781 con la editorial vienesa de Artaria predomina el tono amistoso, pero el agudo sentido de negociación de Haydn lo hacía reaccionar cuando sentía que estaba en desventaja, por lo que prefirió mantener en privado sus acuerdos financieros con su editor. El trabajo de impresión de baja calidad lo hacía enfurecer. En sus años posteriores no estaba satisfecho con Artaria y empezó a negociar con Breitkopf & Härtel, quienes con el tiempo se convirtieron en sus editores principales.
La experiencia de Mozart fue todo lo contrario. Su padre no pudo interesar a Breitkopf & Härtel en la obra