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comenzaron a aparecer tratados de canto( como L’ Art de bien chanter, 1668, de Bénigne de Bacilly). La música para laúd, representada por compositores como Denis Gaultier y Charles Mouton, ejerció influencia en varias generaciones de compositores de música para teclado, pero el ballet siguió siendo el principal género dramático de entretenimiento.
Franceses que visitaron Italia, como André Maugars, quedaron impresionados por el rápido desarrollo de ese país. Durante el reinado de Luis XIV( 1643-1715), el poderoso cardenal Mazarin intentó introducir la ópera italiana, pero si bien su elaborada producción sorprendía, la música no, y continuó el predominio del ballet. Un joven músico florentino, Jean-Baptiste Lully, fue uno de los principales bailarines y compositores de la época; colaboró con Molière en la década de 1660 en la producción de comédies-ballets de gran éxito( obras teatrales con elaborados interludios de baile y música).
Lully, nombrado director de música del Estado en 1661, formó la Petite Bande, un conjunto de cuerdas de élite que complementaba los * Vingt-Quatre Violons du Roi. Existía también el grupo denominado Musique de la Grande Écurie, un conjunto de alientos que actuaba en ceremonias al aire libre; además, la capilla real contaba con un coro que llegó a tener más de 60 integrantes y su propia orquesta, requerido para los grands motets de la capilla de Versalles que tanto gustaban al rey Luis. A todos estos grupos se sumaba la primera compañía de ópera de Francia, denominada Académie Royale de Musique( la Ópera de París), fundada en 1669 por Pierre Perrin y Robert Cambert y dirigida en 1672 por Lully, cuyas tragédies lyriques con libretos de Philippe Quinault fueron la piedra angular de la ópera francesa. Un género relacionado, la opéra-ballet( más ballet que ópera), gozó de gran éxito bajo Campra. La influencia de Lully en la música litúrgica e instrumental fue considerable; el estilo espléndido y solemne de sus motetes para la capilla real con solistas, coros y orquesta, fue retomado por Lalande y Charpentier, quienes produjeron la música litúrgica más impresionante de la época. Otra música sacra, como la que escribiera Charpentier para la iglesia jesuita de St Louis, o la de Couperin para las monjas de la Abadía de Longchamp, es más íntima y suele requerir intérpretes virtuosos.
La música instrumental francesa estuvo representada por la obertura lulliana, caracterizada por una lenta introducción de ritmos angulosos con puntillo, seguida de una sección más rápida semifugada y las danzas que se deseara. La música de cámara era más variada. La música para laúd floreció y fue imitada por todo un contingente de excelentes ejecutantes de teclado – Chambonnières, los Couperin, D’ Anglebert y Lebègue –, cuyas melodías altamente ornamentadas y sutiles texturas ofrecieron la primera música distintiva para teclado desde los virginalistas ingleses. En los repertorios tanto de laúd como de piano vale destacar los préludes non mesurés, escritos en notación libre sin barras de compás. Ejecutantes virtuosos de viola da gamba( Marais) y de flauta( la familia Hotteterre) fomentaron un estilo similar para música de cámara que alcanzó su apogeo en los Concerts de François Couperin. Su Parnasse fue una fusión del estilo francés y la trío sonata italiana ejemplificado en sus dos Apothéoses, una dedicada a Lully y otra a Corelli. En muchas iglesias de París podía escucharse refinada música para órgano a cargo de compositores como Lebègue, Couperin y Raison, quienes interpretaban en enormes instrumentos con registros que producían los sonidos nasales característicos de los alientos de madera, trompetas y cromornos( clasificación típicamente francesa); fuera de París había intérpretes como Titelouze en Rouen o Grigny en Reims. La época del reinado de Luis XIV fue sin duda un grand siècle.
4. De Luis XV a la Revolución Cuando en sus últimos años Luis XIV se volvió más retraído y menos dispuesto a asistir a funciones públicas, la ópera declinó permitiendo a la música de cámara cobrar mayor auge. Esta falta de vitalidad artística en los círculos de la corte persistió durante el reinado de Luis XV. El conservadurismo en la ópera continuó hasta la década de 1730, cuando el compositor quincuagenario Rameau escribió Hippolyte et Aricie( 1733), su primera tragédie lyrique, con la que revivió la esencia del concepto lulliano pero con una música más vital. Mientras a Rameau se le criticaba ferozmente por su modernidad, una facción defensora de la música italiana surgida en las décadas de 1740-1750 lo tachaba de anticuado. Los favorecedores de lo italiano se respaldaron en el éxito que tuvo La serva padrona de Pergolesi en 1752, lo cual condujo a una encarnizada polémica( Querelle des * Bouffons) sobre los logros respectivos de la música francesa y de la italiana. Como resultado de dicha polémica, apareció un nuevo género que sería verdaderamente fecundo: la opéra comique. Uno de los más notables ejemplos fue Le Devin du village( 1752) de