59 Alemania
imprimió una nueva vitalidad a la vieja ciudad del Kaiser. Las tres compañías serias de ópera en Berlín fueron: la Staatsoper, dirigida por Max von Schillings; su filial, la Kroll Oper, dirigida por Klemperer; y la Städtische Oper, bajo la dirección de Bruno Walter. La audaz compañía Kroll incluyó en su programación mucha música contemporánea de autores como Weill y Hindemith, pero era demasiado adelantada para el gusto general y terminó fusionándose con la compañía Staatsoper. En Viena apareció un grupo de compositores de compromiso social encabezado por Schoenberg y sus discípulos Berg y Webern. Schoenberg y Berg transformaron el Romanticismo tardío en * expresionismo. Las dos óperas de Berg, Wozzeck y Lulu, se apegaron a la tradición temprana de Strauss, pero reflejando una conciencia social distintiva.
En 1930, estudiantes hitlerianos se manifestaron en contra de la ópera de Weill, Aufstieg und Fall der Stadt Mahagonny en Leipzig, aludiendo a la“ impureza” del compositor judío. Con el establecimiento del régimen nazi en 1933, incidentes como éste fueron muy frecuentes; los artistas judíos fueron despedidos de los cargos públicos y el antintelectualismo nazi trajo como resultado la prohibición de toda la música de los compositores judíos. Para 1935, muchos instrumentistas judíos, a quienes también se les prohibía formar parte de las orquestas, habían emigrado al extranjero. Para 1938, la Anschluss( toma del poder) de Austria hizo casi imposible conseguir visas para salir del país. De los compositores de renombre, sólo Strauss y Orff permanecieron en Alemania; Furtwängler y Knappertsbuch fueron algunos de los directores de la vieja generación que permanecieron. En pocos años, la vigorosa vida musical de Alemania fue destruida y sólo quedaron intactos el baluarte nacionalista de Bayreuth y las principales compañías de ópera, pero bajo estrecha vigilancia de la Gestapo. La segunda Guerra Mundial completó este proceso prohibiendo todas las actividades artísticas bajo la política de“ todos los sacrificios por la guerra”; no obstante, las casas de ópera que habían logrado subsistir siguieron funcionando hasta 1944. Los históricos y bellos teatros de Munich, Viena y Dresde, entre otros, fueron destruidos, la Staatsoper de Berlín fue bombardeada dos veces y reconstruida una, y la mayoría de los notables trabajos antiguos de impresión y edición quedaron destruidos por completo.
Al término de la guerra, Alemania tuvo una rápida recuperación gracias tanto a su tradición musical como al regionalismo de una nación que quedaba dividida en oriente y occidente; así, una parte de las capitales de Austria y Alemania estuvo bajo la ocupación aliada estadunidense, británica y francesa, y la otra bajo el control comunista. No tardaron mucho en reactivarse teatros y orquestas en la mayoría de las ciudades de Alemania occidental. A pesar de su severa crisis económica, Austria demostró su compromiso con la música dando prioridad a la reconstrucción del Teatro de la Ópera de Viena. El teatro de Bayreuth, cuya infraestructura permaneció prácticamente intacta durante la guerra, sufrió el maltrato de las tropas estadunidenses y los refugiados que albergó. Dos nietos de Wagner organizaron el primer festival de la posguerra en 1951, en el que Furtwängler dirigió el concierto inaugural, mientras que Knappertsbusch y Karajan se ocuparon de las representaciones operísticas.
En contraste, los festivales de Salzburgo nunca se interrupieron y recibieron todo el apoyo para reiniciar sus actividades bajo la protección estadunidense tres meses después de la rendición nazi, en agosto de 1945. A imitación del festival de Salzburgo han surgido otros festivales más especializados, como la semana de Bach en Ansbach y el festival de música contemporánea de Donaueschingen. La música antigua ha recibido un fuerte impulso con el desarrollo de la musicología y los intereses de las compañías discográficas y televisivas. Ciudades comparativamente pequeñas como Kassel, con una vieja tradición de patronazgo organizado, cuentan en la actualidad con magníficas casas de ópera, bien equipadas, en las que se producen obras muy complejas. En ciudades mayores como Hamburgo, Munich, Stuttgart y Viena, se siguen representando las óperas más extravagantes y ambiciosas. Muchos siguen considerando a la Filarmónica de Berlín como la mejor orquesta del mundo.
El efecto provocado por el éxodo de artistas durante la década de 1930 ha sido muy difícil de revertir. Contados intelectuales volvieron de Londres y Estados Unidos donde fueron maestros de la siguiente generación de compositores y estudiantes. Estos países exportaron algunos de sus propios cantantes e instrumentistas a las casas de ópera y las orquestas alemanas. Stockhausen fue el primer compositor alemán de peso en el periodo de la posguerra. Aunque su punto de partida fue la música electrónica en Francia, sus intenciones y actitudes musicales siguieron siendo muy“ alemanas”. Entre los compositores alemanes cuya música se ha interpretado en la escena internacional destacan Henze, Zimmermann y Rihm.