511 educación
desde esta amplia perspectiva, la educación involucra en buena parte el quehacer y el decir de los músicos.
En igual medida, es verdad que la enseñanza en general provee un espacio para la música. En la Grecia antigua, a la música se le asignó un estatus posiblemente más alto que en cualquiera de los subsecuentes periodos históricos de la civilización occidental. Mientras hoy en día la palabra“ artes” incluye la música, la danza, las artes visuales y el teatro, para los griegos“ música” era el término genérico que abarcaba todas estas actividades. Para Platón, tanto el ejercicio físico como la música eran indispensables para el desarrollo de la gente joven. Una persona adiestrada en la música sería capaz de discernir entre lo feo y lo bello en el arte y en la naturaleza, y se creía que el ritmo y la armonía entrarían en el alma, la cual se vería“ bendecida” por ellos. También se consideraban muchas implicaciones sociales y políticas, como el concepto de que cualquier alteración en las modalidades de la música inevitablemente conllevaría cambios fundamentales en los asuntos del Estado. No sabemos qué pensaban los griegos un tanto menos cultivados acerca de todo esto, pero podemos afirmar que el ejercicio de la música era algo común y altamente estimado, y que se enseñaba música de manera sistemática, ya fuese en mayor o en menor grado.
Éste no será el lugar para una historia extensa de la educación musical. Bastará con decir, siguiendo a Scholes en las ediciones anteriores del presente Diccionario, que los cortesanos de los tiempos feudales recibían instrucción musical como una de las artes de la caballería y que los monasterios y las escuelas corales ejercieron una influencia educativa a partir del siglo IV y hasta el XVI. En las universidades medievales, la música figuraba junto con la aritmética, la geometría y la astronomía en la categoría más alta de las“ siete artes liberales”, en marcado contraste con su relativamente bajo estatus dentro del plan de estudios moderno. De cualquier forma, tanto en el mundo cristiano como en el islámico, era la teoría de la música, no tanto la práctica, lo que dominaba como actividad intelectual. En cuanto a la educación musical británica en los siglos XVI y XVII, Scholes escribe:
Mulcaster, director de Merchant Taylors’ School( 1561- 1586) y de St Paul’ s School( 1596-1608), dice acerca de la música:“ Por mi parte, no puedo dejar de colocarla entre los medios más valiosos para la educación de los jóvenes”, y luego se extiende sobre esto, explicando el plan de estudios musicales: prick-song( es decir lectura a primera vista), armonía y composición, virginales y laúd, etc.… Locke( 1693) no tiene tan buena opinión de la música:“ Una mano hábil en la ejecución de algunos instrumentos es muy apreciada por ciertas personas, pero un joven tiene que perder tanto tiempo para adquirir una relativa habilidad y a menudo debe mezclarse con gente tan rara …”, y así sucesivamente. La edad de oro de la música británica llegaba a su fin y comenzaba el opaco siglo XVIII, durante el cual la música fue descartada en general de los programas educativos británicos, excepto como un“ logro” para las jóvenes de familias distinguidas o para aquellas que deseaban ser consideradas como tales.
Efectivamente, éstas son dos visiones totalmente opuestas acerca del valor de la música. Unos consideran que la música( junto con las otras artes) es algo fundamental para la formación de una persona. Para otros es un simple pasatiempo, un“ lujo inocente”. En defensa del primer punto de vista se podría argumentar que la música ayuda a desarrollar habilidades intelectuales y sociales y que estudiar música mejora la atención y la concentración, optimizando la lectura y la escritura, incluso la habilidad numérica. Hay cierta evidencia de que esto puede ser cierto, pero probablemente esta clase de efectos de“ transferencia” no provienen tanto de la naturaleza intrínseca de la música sino que son resultado de cualquier programa de estudios cuidadosamente estructurado, sobre todo cuando lo guían maestros dedicados y con experiencia. Además, este tipo de efectos no deberían utilizarse para justificar la presencia de una materia en el plan de estudios. La música es una actividad valiosa por derecho propio, no un simple apoyo para afirmar las capacidades básicas de leer, escribir y contar.
2. Filosofías de la educación musical Los músicos profesionales rara vez encontrarán relevantes los cuestionamientos en torno al valor y la naturaleza de la música pero los maestros tienen que negociar con sus colegas por tiempo, dinero y recursos: existe una auténtica necesidad de ser puntuales en cuanto a la relevancia de la educación musical y las condiciones necesarias para llevarla a cabo. En un nivel superficial es bastante fácil promover la idea de que la música tiene valor intrínseco al observar que las actividades musicales, muchas veces vinculadas a la ceremonia, el ritual, la danza, el contar cuentos, incluso a la magia, pueden encontrarse en prácticamente todas las comunidades cohesivas o, dicho de otra manera, en todas las culturas.