Teoría Diccionario Oxford De La Música A - K | Page 504

509 ediciones musicales
editorial se toma en el contexto del entendimiento que tenga el editor de la obra como un todo, y ese entendimiento sólo puede alcanzarse a través de una evaluación crítica. El significado de la obra y la lectura del texto son complementarios e interdependientes. Cada obra y cada fuente originadas en una situación histórica particular impactan directamente en el entendimiento y en la interpretación del editor. El editor evalúa el valor de las evidencias de la fuente contra el fondo más amplio del contexto histórico en el cual fue creada la obra.
La interpretación de cada lectura depende de la naturaleza semiótica de la notación musical. La notación no se dirige al oyente sino al intérprete, quien se erige como el intermediario esencial entre el compositor y la audiencia. El texto escrito funciona pues como un conjunto de instrucciones para el ejecutante, las cuales están codificadas en símbolos de notación que no conllevan un significado intrínseco sino que dependen completamente de su contexto. Por ejemplo, la adición de una plica no conlleva el significado esencial de que se requiere que una blanca dure la mitad de una redonda, sin embargo, la convención así lo dicta. Estas convenciones operan dentro de un marco histórico, de manera que la evaluación de cada lectura en cada fuente se combina con un entendimiento del contexto histórico.
La edición depende de la evaluación de las lecturas como buenas, malas e indiferentes. Algunas son desechadas, otras conservadas. El árbitro final es el gusto del editor y su sensibilidad al estilo musical, que también se da dentro de determinantes históricos. Lo que es aceptable para la música de un determinado periodo no se traduce de manera automática a otro. Un editor puede, por ejemplo, añadir sin dudar una nota sensible ausente en una pieza de Mozart, y sin embargo, cuestionar su necesidad en una de Josquin.
A partir de este marco conceptual se puede proponer una teoría general de la edición, en la cual cada editor puede desarrollar su propia metodología. Mientras que cada repertorio – de hecho cada pieza – presenta retos especiales, hay una serie de problemas comunes que caracterizan el proceso de edición en general, independientemente del repertorio: la situación natural e histórica de las fuentes; cómo se relacionan unas con otras; la situación natural e histórica de la obra; de qué manera conforman las fuentes las decisiones editoriales; la forma más efectiva de presentar el texto editado.
Ninguna edición es definitiva. Nuevas investigaciones de fuentes muy conocidas transmiten continuamente mayor profundidad sobre las obras de manera directamente proporcional a la imaginación y erudición de los investigadores. Más aún, puesto que todavía quedan por hacer algunos descubrimientos sorprendentes, muchas fuentes conocidas sufren de un injusto descuido o de una apreciación insuficiente. Todas las fuentes tienen una existencia dual: como documentos históricos y como depositarios de significado, cada uno, como artefacto físico, originado en un contexto histórico particular que determina su valor y significado. Sin embargo, la autenticidad de las interpretaciones individuales todavía requiere de verificación, sin tomar en cuenta la autenticidad de las fuentes: no toda interpretación o lectura de una fuente dada conlleva igual mérito.
Cuando se utilizan fuentes primarias para la edición, la principal tarea es la transcripción. Ninguna transcripción es objetiva. Los académicos forman e imponen sus interpretaciones a medida que transcriben, aportándoles sentido, razón y lógica a los símbolos de la notación. Sin embargo, esa imposición tiene la facultad potencial de distorsionar la evidencia de la fuente y hacer así mucho más difícil la evaluación de su importancia. Una transcripción diplomática( aquella que registra la información dada en la fuente exactamente como aparece, con tantos detalles como sea posible) es una solución.
La elaboración de relaciones entre las fuentes y la evaluación histórica de las lecturas se facilita identificando las raíces comunes. Aunque este proceso, a menudo controvertido, provee de una poderosa herramienta para la clasificación de interpretaciones y fuentes, de ninguna manera constituye un método mecánico para reconstruir fuentes perdidas. En su forma más simple, los errores de texto que comparten dos o más fuentes le permiten al editor deducir la existencia de un solo ancestro común para aquellas fuentes que comparten el error, pero desconocido por aquellas que no lo comparten. La identificación del error depende de la sensibilidad del editor al estilo, así que este proceso también es interpretativo.
El editor tiene un enorme material del cual ahora se extrae el texto. Toda la evidencia recaudada no es simplemente un conjunto de hechos neutrales sino que han ido tomando forma gracias a un proceso crítico involucrado en su propia recolección, desde los métodos de transcripción hasta la selección de las fuentes y su clasificación.
Debido a que la relación entre el acto de la composición y la transmisión de la pieza resultante es infini-