Edad Media, La 504
siglos IX a XI. En su mayor parte fueron aumentos locales hechos a la liturgia, como tropos y secuencias demasiado breves como para merecer un registro escrito descifrable. Los tropos eran pequeños fragmentos que se intercalaban o simplemente se introducían en el canto ya existente. Las secuencias fueron breves extensiones del aleluya de una misa, en ocasiones como melisma sin texto sobre la última sílaba de la palabra“ alleluia”, pero más a menudo a manera de extensión poética( han sobrevivido muchos ejemplos de los dos tipos de secuencia). Las secuencias fueron más perdurables que los tropos, hasta que el Concilio de Trento( 1545-1563) prácticamente las suprimió.
El canto, bajo todas sus formas, estuvo al servicio de la liturgia. La liturgia pública, aunque originalmente incluía las horas de oración principales así como las eucarísticas, en la Edad Media se restringió a la misa y algunos otros servicios, mientras que las Horas o el Oficio Divino, cuando se cantaba en coro, se convirtió en una prerrogativa de las comunidades clericales y monásticas. En la Iglesia oriental, donde se desarrolló un cuerpo de canto comparable, la Catedral de Santa Sofía, en Constantinopla, adoptó una forma monástica de liturgia en el siglo X que se convirtió en la base de su rito público. La Iglesia ortodoxa de oriente se separó de occidente en el siglo XI; para entonces, muchas iglesias no ortodoxas habían desarrollado sus prácticas litúrgicas y de canto distintivas, muchas de ellas apenas recuperables gracias a la tradición oral.
En un principio, los nuevos desarrollos musicales se llevaron a cabo en los monasterios. Los monjes, además de ser los principales responsables de los tropos y las secuencias, exploraron la polifonía racionalizando su estructura interválica y aplicándola en la práctica del repertorio existente. Al principio, esto significaba simplemente aumentar una segunda parte, la vox organalis, que se movía con el mismo ritmo que el canto. La fuente más antigua de aplicación práctica de la polifonía( en este caso como una aidemémoire para el cantor) es un manuscrito de Winchester, que data posiblemente de mediados del siglo XI y contiene alrededor de 170 partes polifónicas para acompañar los cantos existentes. Aunque la notación es indescifrable, como la del propio canto, ha sido posible reconstruir la mayor parte de la música gracias a partes conocidas del canto y a las indicaciones direccionales propias de los neumas de las partes agregadas.
La polífonía más antigua parece haber sido asignada al coro monástico o a cantantes solistas de acuerdo con las rúbricas aplicables al propio canto llano. Un aleluya, por ejemplo, era entonado por solistas y a continuación por el coro, mientras que sus versos, excepto por la última palabra, eran cantados por los solistas. Sin embargo, más adelante se volvió prerrogativa de los solistas y únicamente las partes solistas de los cantos eran polifónicas. También se volvió más florido, admitiendo, por ejemplo, varias notas en la parte agregada contra una en la parte fija y, en su debido momento, aumentando el número de partes independientes a tres o cuatro. Los cantos no litúrgicos del tipo denominado con términos como“ versus” y“ conductus”, basados en melodías ya existentes o bien por completo originales, se arreglaban polifónicamente. Teóricos y compositores debían enfrentar los problemas del ritmo, que ya no podía ser impuesto por el propio canto. En el siglo XIV fue posible componer música litúrgica independiente o basarla en algún canto originalmente vinculado con otro texto. Este procedimiento eventualmente dio origen a la misa cíclica, en la que los movimientos se unían entre sí con un canto en común.
A lo largo de todos estos desarrollos persistió la idea de que la polifonía, sin importar su grado de elaboración, provenía de las funciones del canto como declamación de los textos requeridos por la liturgia y, en algunos casos, por los textos que ésta admitiera. Más aún, la mayor parte de la liturgia era siempre cantada y la polifonía constituía un“ aumento adicional” que, después del periodo inicial de entusiasmo monástico, dependió de patronazgos. La constitución de muchas iglesias seculares de la baja Edad Media, es decir no monásticas, generalmente fundadas por patronos clérigos o laicos, a menudo abría un espacio para la polifonía, facultando a personas y agrupaciones para el patrocinio de misas cantadas( ya fuera cantadas o polifónicas en su totalidad) para sus propios intereses, inclusive para celebrar la partida de sus propias almas. Si una iglesia deseaba música polifónica y no contaba con fondos destinados para ello, debía pagar por el encargo, como fue el caso de Notre Dame en París en los siglos XII y XIII. De hecho, desde el siglo IX los solistas a cargo de cantos elaborados para días determinados podían recibir un estipendio del fondo común, como el cantante Metz, según consta en los registros del arzobispo Angilram. El sistema de patronazgo y donativos mediante el cual se sostuvo primordialmente la Iglesia medieval constituye un factor esencial para la comprensión de su música.
Música secular La música secular no fue menos vital que la sacra a lo largo del periodo y, de hecho, las numerosas advertencias en su