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guos, pero este criterio aparentemente obvio debe tratarse con sumo cuidado. No cabe duda que la música de los inicios de la Iglesia, digamos de los primeros cuatro siglos, era comparativamente simple, pero el deseo de embellecer la liturgia mediante la música puede corroborarse desde entonces( como en las Confesiones de san Agustín) y no puede descartarse que el estilo melismático elaborado se haya desarrollo desde esa primera época. Se requiere de mucha cautela para asumir que las formas más antiguas de las melodías registradas a partir del siglo IX son representativas de una tradición extendida a lo largo de varios siglos, pero en la actualidad prácticamente todos aceptan que el cuerpo principal de esa música no pudo existir bajo esa misma forma por más de aproximadamente un siglo antes del año 900.
De cualquier manera, se presentan otras nuevas dificultades en la historia de los inicios del canto. Aunque el repertorio se conoce con el nombre genérico de“ cantos gregorianos”( por el papa san Gregorio I, 590-604), los manuscritos más antiguos no sólo datan de aproximadamente 300 años después, sino que provienen de Francia, es decir del reino de los francos. El antecedente directo fue la introducción de la liturgia romana en Francia bajo el reinado de Pipino III en el siglo VIII, pero mientras que la liturgia en sí fue trasplantada sin grandes dificultades a pesar de las diferentes adaptaciones necesarias, pudiera haber menos certeza de que en una época de tradición oral, el canto haya sido adoptado indemne. De hecho, una buena cantidad de la documentación existente corrobora que, en efecto, sufrió modificaciones; una de las interpretaciones asegura que consistió en una combinación de canto romano con elementos del canto local o“ galicano”. De cualquier manera, el repertorio contiene composiciones claramente identificables como de origen no romano, tales como la Improperia para el Viernes Santo.
Los manuscritos originales de la propia Roma datan de finales del siglo XI y comienzos del XII; sólo se conservan unos cuantos y conforman un repertorio de cantos notoriamente distintos, aunque claramente vinculados. Su relación con el repertorio“ gregoriano” ha sido objeto de grandes discusiones, pero existe el acuerdo general de asociarlos con la liturgia celebrada en las basílicas de Roma, los monasterios y en las ceremonias de los clérigos. En otras palabras, no son representativos de la práctica papal y su clero, aun cuando la liturgia se celebrara en esas mismas basílicas siguiendo la práctica habitual conocida como“ estacional” o“ procesional”. Este rito en algún momento adoptó lo“ gregoriano”, es decir la tradición musical franca, y con el tiempo se impuso en todas las iglesias romanas. De hecho, algunos eruditos prefieren considerar el canto franco como un repertorio papal del siglo VIII prácticamente inalterado.
En otras partes de Europa los ritos locales se iban suplantando por el romano. El principal movimiento de unificación se dio en el siglo XI bajo una sucesión de papas reformistas y, puesto que la forma franconiana del canto era la que se pretendía imponer, queda claro que cuando menos en esa época el papado debe haberla considerado la música adecuada. En las partes reconquistadas de la península ibérica, los repertorios de la liturgia y el canto cristianos locales( es decir los mozárabes, cristianos que vivieron previamente bajo el reinado árabe) fueron reemplazados por los romanos; aunque esta música se escribió, la mayor parte de ella es indescifrable. En Italia, el antiguo rito beneventano prácticamente desapareció, pero el rito milanés sobrevivió a todo intento de reforma hasta que recibió el coup de grâce, al menos en lo que respecta a sus cantos, con el Concilio Vaticano Segundo( 1962-1965).
Se sabe que otros repertorios de cantos occidentales desaparecieron demasiado pronto sin dejar vestigios tangibles( como los repertorios celta, africano y ravenático, así como el galicano, en su mayor parte) debido a que su música no se escribió en absoluto y, en muchos casos, sus textos tampoco. Los repertorios ibéricos de alguna manera también se han perdido, pues las melodías fueron escritas bajo una notación que ha sido imposible descifrar. Esta notación que, de una u otra manera, tiene rasgos comunes con todos los manuscritos antiguos, consistía de“ neumas” sin líneas de pentagrama, es decir signos que indican de cierto modo el contorno melódico, más no los intervalos exactos. Los manuscritos francos más antiguos también son indescifrables, pero sus melodías pueden identificarse pues son esencialmente las mismas que se conservan en forma escrita en cientos de manuscritos posteriores de cantos“ gregorianos”. Los manuscritos“ romanos antiguos”( basílicos) están escritos todos en una notación de experimentación inicial con líneas de pentagrama. Algunas melodías beneventanas antiguas han sobrevivido porque se preservaron en manuscritos“ gregorianos”, mientras que las melodías milanesas llegaron a nuestros días porque el rito en sí logró sobrevivir.
Aunque es posible leer la altura de las notas de estos cantos, muchas melodías se han perdido probablemente para siempre, inclusive melodías del repertorio franco de los