Teoría Diccionario Oxford De La Música A - K | Page 256

261 cámara, música de
Los tres cuartetos de madurez de Schubert( en la menor, re menor y sol mayor) claramente están en deuda con Beethoven. Los primeros movimientos son de proporciones sinfónicas y utilizan un rango de tonalidades mayor a lo usual en los cuartetos clásicos; en ocasiones logran sonoridades que son más orquestales que íntimas. Su interés en la melodía lírica y la belleza de sonido se despliega con mayor claridad en el Quinteto de cuerdas en do, en el que la adición de un segundo violonchelo para tocar las líneas del bajo libera al primer violonchelo para tocar melodías de gran aliento, mientras que el ensamble entero crea un sonido peculiarmente rico.
Brahms tuvo dificultades para componer en el lenguaje del cuarteto, destruyendo varias obras antes de finalmente publicar su op. 51. Su más antigua música de cámara para cuerdas que sobrevive, consta de dos sextetos: en éstos, los instrumentos adicionales logran un sonido pleno que Brahms logró finalmente en los cuartetos que compuso a la mitad de su vida. Sus dos quintetos tardíos, uno de ellos con una viola adicional, el otro con un clarinete utilizado a la manera concertante del Quinteto con clarinete de Mozart, aunque explotan las cualidades dúctiles del instrumento en vez de sus sonidos brillantes, a menudo son considerados sus mejores obras de cámara. Entre otros hitos del repertorio alemán se encuentran el op. 44 y el op. 80 de Mendelssohn, que despliegan dominio del contrapunto y delicadas texturas, y la ingeniosa Italienische Serenade de Wolf, una de las pocas“ piezas características” para cuarteto.
Las obras que utilizaban combinaciones inusuales, como el Septeto de Beethoven( para violín, viola, clarinete, fagot, corno, violonchelo y contrabajo), el Octeto de Schubert( para cuarteto de cuerdas, contrabajo, clarinete, corno y fagot), el Septeto de Hummel( para piano, flauta, oboe, corno, violín, violonchelo y contrabajo), el Noneto( para violín, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, oboe, clarinete, corno y fagot) y los Dobles cuartetos( dos cuartetos de cuerdas tocando antifonalmente) de Spohr y el Octeto( para cuerdas) de Mendelssohn adquirieron popularidad en algunos programas de concierto. Estos coloridos ensambles permitían el despliegue de agradables temas líricos con diferentes sonoridades, a veces volcados en el molde de la forma sonata, pero con frecuencia carentes de un desarrollo realmente riguroso.
A pesar de la libertad de textura de la música de cámara madura con piano de Beethoven, el pianista continuó dominando en las obras de Mendelssohn, cuyo bien conocido Trío en re menor da a las cuerdas material diseñado esencialmente para el piano; mientras que en el Quinteto con piano de Schumann las cuerdas casi podrían omitirse sin que se perdiese contenido musical. Sólo más tarde, un pianista no virtuoso, Dvořák, explotó el color distintivo de las octavas superiores del piano, apoyándolas con las cuerdas más que con su propio registro bajo, dando así una sonoridad novedosa a su Cuarteto y a su Quinteto con piano.
Un uso más congenial del piano y las cuerdas para los románticos fue posible en la sonata para violín, donde la cualidad cantable del violín podía ser igualada por el recién desarrollado potencial de sostenido del piano. Schumann escribió dos sonatas utilizando algunos efectos excelentes, mientras que las tres sonatas de Brahms combinan la melodía lírica con el principio de sonata en una forma magistral. Los nacionalistas, con la canción folclórica como parte de su lenguaje, también hallaron este género de su gusto; Grieg y Dvořák( una exquisita Sonatina) contribuyeron al repertorio.
Aunque hubo un movimiento en Italia en las décadas de 1860 y 1870 para formar“ sociedades de cuarteto” para tocar el repertorio clásico, la música de cámara fue eclipsada en ese país por las tradiciones operísticas y considerada una forma artística ajena, especialmente por Verdi quien, a pesar de algunas inhibiciones ácidas pero germánicas, compuso un solo cuarteto de gran encanto. En Hungría, Bohemia, Polonia y Rusia, en el siglo XIX, la composición de música de cámara fue limitada. Las contribuciones de Dvořák al repertorio del cuarteto y el quinteto – muy apegadas a la tradición alemana – ya han sido mencionadas, aunque Smetana logró una expresión más personal en su Primer cuarteto de cuerdas,“ De mi vida”, en el que el mi agudo al final del último movimiento es una angustiosa representación del inicio de su sordera.
En Rusia no hubo una tradición creativa de música de cámara durante la mayor parte del siglo XIX. Tan tarde como hasta 1880, el crítico César Cui observó que“ los compositores rusos comenzaron a cultivar la música de cámara muy recientemente; Glinka, Dargomïzhski y Serov no han escrito nada en este género, salvo algunos intentos de juventud, muy imperfectos y para nada dignos de atención”. Dargomïzhski había estado involucrado principalmente en la escritura vocal, Serov con la ópera y aun el Gran sestetto originale y el Trio pathétique de Glinka palidecen en comparación con su música orquestal y sus obras escénicas. Tampoco el siglo XVIII había producido nada