233 Bruckner, Anton
seguir la profesión de organista concertista, especialmente después de sus éxitos como representante de Austria como solista internacional en conciertos en Nancy y París en 1869, y en Londres en 1871 en el Albert Hall y el Crystal Palace, después de lo cual su fama se extendió.
Como maestro, Bruckner no sólo siguió en su puesto en el conservatorio hasta 1891, sino que además dio clases privadas y, de 1875 a 1894, fue profesor de armonía y contrapunto en la Universidad de Viena; sus métodos eran tradicionales pero la manera en que los presentaba a menudo era muy poco ortodoxa, pero efectiva. De cualquier modo, estableció una afinidad con sus estudiantes y jóvenes admiradores, muchos de los cuales empleaban gran cantidad de energía en tocar sus obras orquestales en piano solo o arreglos a dúo para piano en una época en la que rara vez se tocaban de otra manera. Gustave Mahler bien pudo haber sido el más sobresaliente de estos“ discípulos” jóvenes como director y compositor por derecho propio, pero los hermanos Schalk( Joseph y Franz) y Löwe fueron los más activos. Entre los alumnos de Bruckner hubo varios que posteriormente fueron directores importantes.
Bruckner se había mudado a Viena, una de las capitales musicales del mundo esencialmente con el fin de afinar sus habilidades como sinfonista y desarrollar su profesión como compositor. Si bien queda claro que disfrutaba la mayor parte de los aspectos de la enseñanza, a menudo se quejaba de que ésta le dejaba poco tiempo y energía para la composición. La mayor parte de las vacaciones de verano que pasaba en St Florian y, posteriormente, en Steyr, se dedicaba a trabajar intensamente en sus sinfonías, empezando con la Sinfonía de dos caras no.“ 0” en 1869 y siguiendo con las Sinfonías nos. 2 a 5 en la década de 1870, las nos. 6-8 en la década de 1880 y culminando con la inconclusa no. 9.
El reconocimiento no llegó rápidamente. Tanto el Quinteto de cuerdas( 1879) como el Te Deum( 1884) fueron aclamados como obras sobresalientes casi de inmediato, pero la infrecuente ejecución de sus sinfonías llevó a Bruckner – que era extremadamente autocrítico y que usualmente era ayudado e instigado por sus entrometidos aunque bien intencionados amigos – a revisarlas una y otra vez. Por ejemplo, en 1876 y 1877, varias de sus obras pasaron por una cuidadosa revisión rítmica. Dos sucesos que hicieron tambalear especialmente la confianza de Bruckner, fueron la primera y desastrosa ejecución de la segunda versión de su Tercera sinfonía en diciembre de 1877 y la fría recepción que tuvo la primera versión de su Octava, llevada a cabo por su amigo Hermann Levi( 1839-1900) 10 años después.
Levi, un gran director de Wagner y defensor de la música de Bruckner, y Nikisch, alumno de Bruckner, ya le habían ayudado a conseguir cierta fama internacional al dirigir interpretaciones de su Séptima sinfonía en Munich y Leipzig en 1884 y 1885, antes de que la obra fuera finalmente ejecutada por Hans Richter y la Filarmónica de Viena, en esa ciudad en 1886.( En 1882, Bruckner había ido a Bayreuth a escuchar Parsifal y, profundamente conmovido por la muerte de Wagner, le compuso las últimas páginas como tributo.) Sin embargo, tras profundos conflictos personales, Bruckner respondió positivamente a las críticas de Levi y revisó su notable Octava sinfonía, la cual fue tardíamente estrenada en Viena con gran éxito en diciembre de 1892.
La inmensa cantidad de revisiones que Bruckner llevó a cabo a finales de la década de 1880 y principios de la década de 1890, algunas en colaboración con Josef Schalk, trajeron como resultado cambios en la Misa en fa menor y nuevas versiones de la Primera, Tercera y Cuarta sinfonías. El compositor, ya enfermo, mostraba síntomas claros de depresión y ansiedad, ya que este proceso de revisión le dejaba poca energía para dedicarse a nuevas composiciones. Sin embargo, en 1892 y 1893 escribió tres piezas corales de gran escala: musicalizó magistralmente el Salmo 150, Das deutsche Lied para coro masculino y metales, y Helgoland para coro masculino y orquesta.
Los últimos 10 años de su vida, en los cuales sus inseguridades no encontraron alivio y sus convicciones religiosas se intensificaron, Bruckner se retiró de la enseñanza y la ejecución del órgano y se ocupó en mayor o menor medida de su Novena sinfonía, de la cual terminó los primeros tres movimientos. Bruckner estuvo trabajando en el último movimiento hasta su muerte en una pequeña casa que le había sido concedida en los terrenos del emperador Francisco José I en Belvedere. La considerable cantidad de borradores que sobrevivieron son un vivo testimonio de una mente que siguió marcadamente activa e inventiva hasta el final. Bruckner fue muy reconocido en vida y fue sepultado en St Florian.
4. Bruckner como sinfonista La energía creativa de la Sinfonía no. 1 de Bruckner en do menor( 1865-1866) está bien sintetizada en su propio sobrenombre para la obra:“ pequeña escoba insolente”. Si bien carece del alcance de sus sinfonías