despreocupan ("La poesía no tiene calendario") y rehuye toda polémica
referente a su estilo o al de otros músicos. Astor Piazzolla, Francisco
Canaro, Aníbal Troilo o Palito Ortega le dan lo mismo y su opinión sobre
ellos puede resumirse en la única que emitió sobre hombres, hechos o
movimientos en el curso de la entrevista: "¿Los hippies? Allá ellos. Que
vivan su vida; yo vivo la mía, que es una sola. No me interesa la de
nadie; no me meto; que hagan lo que les parezca. Yo sigo mi camino".
Una senda que, pese al lapidario juicio de sus detractores, lo motiva a
sociologizar: "Es que yo he captado el gusto del pueblo, interpretando
sus sentimientos. Y ser pueblo es muy difícil. Cualquiera puede ser
conocido sin ser pueblo. Identificarse con él es muy complejo".
Explicación que completa el humorístico entusiasmo de uno de sus
músicos: "El maestro es como las hojitas de afeitar, como los impuestos
-bromea-: interminable".
Del Zoológico al Chantecler
Si no es interminable, lo parece. Sus 54 años en la música popular lo
empujaron de uno a otro género hasta que se consagró definitivamente
al tango. Después de su vagabundeo con Bonesi, debutó en teatro con la
compañía de operetas y zarzuelas liderada por María Penellas y
Esperanza Iris, integrando una orquesta que interpretaba tangos, chotis
y pasodobles. En 1918 forma un dúo con un viejo condiscípulo de su
misma edad, Ángel D'Agostino, para animar las funciones de un teatro
de títeres y marionetas en el Jardín Zoológico.
Arata-Simari-Franco, en un sexteto que se encargaba de dar el ritmo a
legendarias figuras del baile porteño: El Mocho, La Portuguesa y
Casimiro Aín. El auge del jazz; en Buenos Aires lo apartó del tango hasta
1925, en que retornó con la típica Paramount, nuevamente asociado al
pianista Ángel D'Agostino. Reunió después a Luis Visca y Anselmo Aieta
en Los Ases del Tango. Finalmente, se animó a romper con las normas
de la época y, en 1928, ganó la calle con el rótulo de Juan D'Arienzo y su
orquesta típica. El cantor era Carlos Dante.
Otra etapa fundamental, en su carrera se abrió hacia 1934. La gente
empezaba a identificarse con esa cadencia saltarina que brotaba del
escenario del antiguo Chantecler, de la calle Paraná. Por ese entonces
agregó su nombre al elenco del sello grabador que ya no abandonaría:
RCA Victor, registrando "Hotel Victoria" y el vals "Desde el alma". Pero
fue necesaria una alarmante crisis del tango para que D'Arienzo se
instalara como líder indiscutido de la música típica. Fue en 1937, cuando
frente al avance incontenible del jazz, que había desplazado al tango
hasta de sus más inviolables reductos, el avispado director ingresó en
Radio El Mundo para convertirse en El Rey del Compás.