Tango y Cultura Popular ® N° 164 | Page 12

El Tango crece o muere Los maestros somos una fábrica de hacer maestros y aspirantes al escenario, pero no formamos bailarines de pista, ésta es una rara especie en extinción ya que los viejos milongueros son casi todos mayores de 50 años. Es bueno que los maestros formen maestros, pero que hagan bailar al resto, porque sino quedamos solamente los capitanes y el barco se hunde. Los salones debieran llenarse, una danza popular debe ser bailada popularmente y no en élites privilegiadas, porque éstas son excelentes para ser admiradas en el escenario, pero no copiadas en los salones. Enseñemos a caminar el tango, enseñemos pasos para manejar el espacio, no secuencias para romperlo, pasos para interpretar rítmicamente la música, no para destruirla. Así se enseñó el tango en Buenos Aires hace algunos decenios, cuando el tango llenó la noche, las calles y la melancolía porteñas. Así el tango creció. La enseñanza debiera respetar las expectativas y limitaciones del estudiante que quiere bailar y disfrutar. Los maestros deben no sólo mostrarse sino mostrarles que ellos también pueden, hay que enseñar a través del placer, sacar las piedras del camino. el maestro tiene miedo de aburrir si no enseña pasos, entonces lo bombardea con pasos hasta aburrirlo. Enseña secuencias que él mismo no realiza en las pistas. El maestro podría tener muchos alumnos a través de los alumnos que sí aprendieron a bailar y que invitan y contagian a quienes los ven y a sus amigos. El “plato fuerte” del tango es la alegría y la comunicación de cuerpos y espíritus. Es cierto que “el tango es un sentimiento triste que se baila”, pero su baile renueva el espíritu, las hormonas y la vida. Comunicación (marcas), espacio y música debieran aprenderse simultáneamente en cada paso, como aprenden los chicos, por puro placer, con permiso a equivocarse, porque sí, para uno mismo y no para el show.