viendo en una eterna competición… que nunca
podrán ganar, ya que compiten contra sí mismos.
¿Y qué puede hacer el que esté en esta si-
tuación?
Pues eso depende de la gravedad de la
misma. Cuando los síntomas sugieren un
problema patológico -una depresión, por ejem-
plo-, es un terapeuta, y SÓLO UN TERAPEUTA,
quien debe valorar al sujeto para prestar la
ayuda que considere oportuna. Cualquier otro
tipo de intervención, aunque bien intenciona-
da, puede ocasionar más daño que beneficios.
Sin embargo, en muchas ocasiones las perso-
nas tienen este tipo de problema sin llegar a
ser tan grave; es decir, son sujetos más o me-
nos felices que se encuentran sometidos a
tensiones o situaciones particulares que han
“agujereado demasiado su cubo”. En este caso,
el coaching es una excelente herramienta de
apoyo, tanto para combatir las creencias li-
mitantes que llevan al sujeto a infravalorarse
como para ayudarle a comprometerse con
acciones que reconstruyan su mecanismo de
auto-valoración.
Si te ves de algún modo reflejado en este es-
cenario, quiero compartir un par de dinámicas
que suelo recomendar a mis coachees cuando
trabajamos en este asunto. Creo que pueden
serte de utilidad, y no suponen ningún riesgo
aunque no sean supervisadas por un coach,
mentor u otro tipo de figura de acompaña-
miento.
1. Radar de reconocimientos. Este ejer-
cicio tiene como objeto hacer tomar cons-
ciencia al sujeto de que recibe mucho más
reconocimiento del que él mismo supone
(recuerda que, al tener muy bajo concep-
to de sí mismo, tiende a menospreciar o
incluso ignorar los halagos o felicitaciones
ajenas, considerándolos “cumplidos sin nin-
gún valor”). Es muy sencillo. Simplemente
tienes que “sacar las antenas”, prestar mucha
atención y anotar durante una semana en
una libreta o en el móvil cada reconocimien-
to positivo que alguien te dirija, así como el
contexto en que se produjo. Por ejemplo, “…
Pedro me comentó lo bien que hice la presen-
tación de los números del Departamento en la
reunión semanal del lunes”. Ante la duda de si
algo es un reconocimiento o no, ¡apúntalo!
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Más vale tachar luego que no apuntar. Ah,
incluye cuando tu madre te dice lo bien que
te sienta la barba, o lo guapa que te ve con
ese vestido.
Al cabo de una semana, lee la lista entera.
Probablemente te sorprenda la cantidad
de reconocimientos que has recibido, que
antes pasaban desapercibidos. Y si no has
recibido muchos -o ninguno, aunque esto
es difícil de creer-, prueba a hacerlo durante
una semana más. Si el resultado es el mis-
mo, puede ser hora de hablar con un coach
que te ayude a equilibrar los grifos, obtener
visibilidad, etc. Pero lo más probable es que
tengas una lista abundante de elogios, que
te gustará releer de vez en cuando, y que ha-
bla del buen funcionamiento del grifo ajeno.
2. Mi premio sorpresa. Al tener atascado
el grifo de la auto-valoración, es frecuente
que el sujeto se flagele con dureza cuando
se confunde o no consigue el éxito, pero
haya perdido la capacidad de premiarse a
sí mismo cuando obtiene un logro reseña-
ble. En otras palabras, tiende a pensar que
lo que hace mal es digno de crítica, pero lo
que hace bien es sólo porque era lo exigible.