Puedes completar tú mismo la última premisa:
“…hará lo posible para obtener toda la autoes-
tima que necesita del otro grifo”. ¿Verdad? Y
eso nos deja dos opciones:
A) El grifo de los demás es el que está atascado
Si ése fuera tu caso, las posibilidades de estar
feliz contigo mismo se reducen a los mensajes
positivos que tú te dediques, porque con los
demás no puedes contar. ¿Es eso normal? Bue-
no, seguro que conoces a alguien que está tan
pagado de sí mismo que sólo valora su propia
opinión, y de hecho tiende a despreciar lo que
los demás piensen sobre él -profesores que se
vanaglorian de suspender al 95% de sus alum-
nos, jefes “ogros” que juegan a ser los polis
malos de la empresa y disfrutan con ello, téc-
nicos “malotes” que se creen tan buenos en lo
suyo que infravaloran cualquier criterio ajeno
y se jactan de ser impopulares entre sus com-
pañeros, sindicalistas agresivos que buscan
constantemente la confrontación y exhiben el
músculo del inconformismo y la acidez en cuan-
to tienen ocasión, etc.- Bueno, en este caso
estaríamos hablando de una autoestima des-
mesurada, y es obvio que eso no puede ser
sano. Por supuesto que es posible trabajarlo,
pero para conseguir resultados lo primero que
tiene que suceder es que el propio sujeto perci-
ba que tiene un problema, y no suele ser el caso.
B) El grifo atascado es el mío propio
¿Qué es lo que ocurre cuando tu propio me-
canismo de auto-valoración no funciona
adecuadamente y apenas vierte agua al cubo?
Pues éste es exactamente el escenario de la
falta de autoestima, y la razón por la que la gen-
te que la padece busca desesperadamente el
reconocimiento ajeno, a cualquier precio: tra-
tarán de ser las personas más queridas, mejor
valoradas, más dispuestas de sus organizacio-
nes; se ofrecerán para hacer los trabajos que
nadie quiere hacer, cumplirán horarios desco-
munales, se someterán a los gustos, opiniones
o caprichos de los demás sin tenerse en cuen-
ta a sí mismos, etc. Es decir, todas sus acciones
irán encaminadas a abrir a tope el único grifo
del que obtienen agua, que es el de la valoración
de los otros. Y, por si fuera poco, nada de lo que
hagan los satisfará internamente, porque, por
mucho que los demás los reconozcan, felici-
ten o ensalcen, siempre estarán carentes de la
propia auto-valoración, así que se sentirán vi-
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