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En muchos lugares una enfermedad mental se considera un estigma o una debilidad de carácter. A
veces se piensa que una aflicción mental se transmite genéticamente, lo que lleva a la creencia de que
una sobreviviente que muestra síntomas de trauma pone en riesgo a toda la familia. Por otra parte,
el comportamiento desorganizado, disruptivo, descortés de una persona enferma mentalmente
avergüenza a la familia. En algunas culturas asiáticas, la angustia mental o la enfermedad se
consideran causadas por la pérdida del alma o por una posesión maléfica o de espíritus vengativos.
Los budistas, a menudo, entienden que el sufrimiento es causado por el destino (karma), que es el
resultado de acciones tomadas en una vida pasada.
Por lo tanto, tenemos que lidiar con numerosas interpretaciones y maneras de entender las reacciones
corporales esencialmente idénticas al trauma cuando nos encontramos con sobrevivientes. Al
abordar a sobrevivientes que tienen un trasfondo cultural diferente, tenemos que ser conscientes de
nuestras propias suposiciones y valores culturales, y también de la posible presencia de síndromes
dependientes de la cultura. Esto significa que las ayudantes deben ser extremadamente sensibles
a la cultura cuando observan el comportamiento de las sobrevivientes, y deben distinguir, lo más
posible, si esto es debido a la cultura o a una patología. Una habilidad esencial que las ayudantes
deben poseer, es la de poder efectuar una observación exacta y neutral. Otra habilidad es la
capacidad de hacer preguntas sensibles sobre las rutinas y tradiciones culturales, así como sobre
las relaciones familiares de la sobreviviente.
A menudo no es posible aprender lo suficiente sobre la cultura social y entorno. Cuando esto es así,
las ayudantes pueden reclutar a miembros de la comunidad para que expliquen y “traduzcan” las
prácticas culturales y los “códigos” que imperan a nivel local. Es importante mostrarse sensible sobre
estas relaciones también, porque los mediadores culturales también pueden ser sobrevivientes de
trauma, y ellos, al asistir a la ayudante, pueden revivir su trauma.
Algunas cuestiones prácticas
La mayoría de las ayudantes humanitarias carecen de una amplia experiencia internacional porque
trabajan en su propio país y dentro de su propia cultura. En términos de asesoramiento general, uno
debe asegurarse de que las ayudantes:
• E
stán plenamente conscientes en todo momento de las implicaciones culturales de la
interpretación del trauma.
• E
stán atentas por si aparecen síntomas de haber experimentado un evento traumatizante entre
aquellas personas que las ayudan.
• Estar atentas a sus propias reacciones.
• E
stán preparadas para la posibilidad de que, directa o indirectamente, puedan traumatizarse
cuando escuchen las historias de las sobrevivientes a quienes ayudan. En este punto, el
entrenamiento puede ser especialmente importante para las ayudantes locales.
Las siguientes recomendaciones sirven a las ayudantes
para explorar y manejar las dimensiones culturales del
trauma
• E
xplorar lo que se entiende por sufrimiento y dolor; muerte y vida dentro del grupo cultural local
dominante.
• S
i no habla el idioma con fluidez, reconozca sus limitaciones y pida a las sobrevivientes que le
digan si habla de manera inapropiada o si incurre en algo ofensivo.
Para entender el trauma, debemos considerar no sólo diferentes “interpretaciones” de las reacciones
ante él, sino cómo la mente y el cuerpo son entendidos e interpretados en contextos culturales
dados. Se reconoce que Occidente separa la mente y el cuerpo, mientras que en muchas otras
culturas (en Asia, por ejemplo) se consideran a la mente y el cuerpo como un todo, lo que hace
que los síntomas psicológicos se manifiesten como sensaciones somáticas. Las sobrevivientes que
no pueden articular su trauma o sufrimiento psicológico, a menudo, describen sus síntomas en
términos de dolor. La somatización es común entre las sobrevivientes de países no occidentales.
La disociación es también un síntoma frecuente de la angustia postraumática en las sociedades no
occidentales, junto con la depresión, los trastornos del estado de ánimo y la ansiedad, con la cual
Occidente está más familiarizado.