Desafíos antilavado
Evolución filosófica
Hubo una época en los Estados Unidos cuando
la entrega de información en forma extraoficial y los informantes eran rechazados por la
sociedad. Las olas de inmigrantes poblaron el
territorio estadounidense a principios del siglo
XX, llegaron con los valores del viejo mundo
que incluía el no entrometerse y ocuparse
de los asuntos propios. La mayoría estaba
cómoda ignorando la actividad criminal de
su vecino, pero hay una gran diferencia entre
esa época y ahora. La mayoría de la gente
que vivió en la primera mitad del siglo XX era
pobre y no era sofisticada financieramente,
limitando así la posibilidad de que se cometieran delitos financieros importantes. Aquellos que recurrían a los delitos económicos o
que el público consideraba como inofensivos,
por lo general estaban luchando por poner un
plato de comida en la mesa.
A medida que los Estados Unidos evolucionaron durante la segunda mitad del siglo, la
comida sobre la mesa fue reemplazada con
vacaciones caras, casas lujosas y yates. Una
sociedad próspera con ingresos disponibles
para poder invertir cómodamente en nuevos
vehículos de inversión y las estrategias que
los acompañan para maximizar los ingresos
y minimizar los impuestos. La nueva prosperidad también trajo un rápido incremento
de los fraudes económicos, haciendo que
millones de estadounidenses perdieran los
ahorros de toda su vida, las inversiones y
sus hogares, y también perdieran toda su fe
en el sistema. La indignación pública por las
conductas indebidas de los presidentes, directores y funcionarios públicos ahora ha dejado
espacio a una menor tolerancia ante las
conductas financieras indebidas financieras.
El público ya no solo aplaude a aquellos que
alertan y cuentan las actividades ilícitas, sino
que además tiene una mala opinión de aquellos que voluntariamente deciden no ver lo
que sucede a su alrededor. Pero paremos un
minuto — ¿qué sucede con aquél que cuenta
lo que ocurre realmente?
Hechos versus ficción
Muchas películas estadounidenses le harán
creer que quien cuenta lo que sucede es el
triunfo final del bien sobre el mal. El bien por
supuesto prevalece y el héroe vive feliz por
siempre. Lo que se pierde en la ficción es el
espantoso abanico de emociones y problemas
resultantes que pueden experimentarse
cuando se descubren posibles conductas indebidas de compañeros de trabajo, superiores, y
especialmente directores (los clientes/accio
nistas influyentes también pueden generar
las mismas consecuencias). Ha habido suficientes casos de oficiales de la Ley de Secreto
Bancario (LSB) que fueron ignorados, presionados, acosados, intimidados, sancionados
e incluso despedidos en los últimos años
simplemente por hacer lo que consideraban
era lo correcto.
Territorio desconocido
Aquellos que actúan con la LSB y el antilavado
de dinero (ALD) pueden pasar toda su carrera
sin siquiera estar cerca de llenar el casillero
de “si” en la sección del reporte de operación
sospechosa que indica la relación interna/
confidencial/privilegiada (insider). Insider
es un término que se aplica directamente a
cualquiera que sea empleado o director de
una institución. Cómo conciliar la naturaleza
a menudo subjetiva de la actividad sospechosa
y el dilema de “avisar” (tipping off) con la
decisión de cuestionar a aquél que está en la
posición interna o privilegiada puede llegar
a ser un acto de equilibrio desalentador y
desconcertante en el mejor de los casos.
Ahora, hay que hacer una distinción clara
entre el acto de avisar (whistle blowing),
cuando los hechos indican que las acciones de
alguien que tiene una posición interna o privilegiada pueden estar amenazando la solidez
financiera y la reputación de la institución — o
la vida y estructura de la sociedad en general
— en oposición a aquello que son la opinión
subjetiva normal del oficial LSB o del comité
de ROS. El ROS, en efecto, es una versión de
facto del “aviso” o whistle blowing.
Lucha de clases
En toda institución hay dos clases de insiders, aquellos en los escalones más altos de la
institución (directores y nivel gerencial ejecutivo) y aquellos que integran la mayoría de la
fuerza de trabajo. La diferencia entre los dos
grupos y las repercusiones de la presentación
de un ROS puede ser notablemente opuesta.
La investigación de un empleado de un cargo
menor generalmente tendrá todo el apoyo de
la gerencia superior y la junta directiva, que
no estará encima “tirando al empleado abajo
del autobús” por conveniencia regulatoria —
sin importar qué explicación de el empleado
o los hechos posteriores que surjan. Aquellos
mismos gerentes y directores, sin embargo,
utilizarán la naturaleza subjetiva del ROS
para manipular selectivamente cuando se les
cuestionen las transacciones de sus propias
cuentas, esperando que cualquier explicación
sea suficiente. La prueba de fuego para el
profesional LSB/ALD es una pregunta simple
— ¿usted presentaría un ROS si el gerente
ejecutivo o el director solo fuera un cliente
común?
Una cuestión de confianza
Uno de los problemas inherentes a la investigación de los superiores es a quién exactamente recurre, y cómo, exactamente, presenta
su caso. En un mundo perfecto, cuando se
presenta una situación de esta naturaleza,
el oficial LSB presenta un ROS contra, por
ejemplo, el presidente de la junta, sin que el
presidente de la junta tenga idea de que un
ROS preparado por uno de sus empleados lo/a
puso mandó a prisión. Pero no vivimos en un
mundo perfecto. Si bien la cadena de mando
en su institución debería indicar un mapa de
ruta claro sobre cómo debe proceder, ¿qué
sucede si percibe que hay un eslabón débil en
la cadena, a pesar de que alguien en la cadena
sea el eslabón bajo sospecha? ¿Qué sucede si
simplemente no confía en nadie de la gerencia
ni de la junta?
Las instituciones más grandes generalmente
le brindan al oficial LSB una protección ante la
posibilidad de que alguna conducta indebida
sea ocultada por los distintos niveles gerenciales y una junta generalmente más diversa
e independiente. La cadena de mando e