Solus ipse 1 | Page 34

Solus Ipse lo único que delataba la existencia de Martha. Un silencio estático en aquella área donde él suponía a Martha. Un silencio diferente al silencio de la sala. Y luego ella caminó detrás como queriendo disimular que lo seguía. Y lo bonito de Martha, pensó él, acaba de desaparecer. “En cambio tú, Alicia, en cambio tú...”. Se asomó por la ventana. La mujer que gritó apareció a su vista. Y parece que a la vista de los niños también ya que corrieron hacia a ella a enseñarle las flores que habían agarrado. Ella no hizo el menor gesto de asombro. Los tomó de las manos y los arrastró hacia adentro de la terraza. Ya no pudo escuchar lo que les dijo. Las flores cayeron sobre el pasto a decir por el gesto de la niña que quería soltarse y regresar. “Te esperaré afuera ya que te decidas a ser una persona y a asumir tu responsabilidad. Alicia está muerta pero en cambio tú no, y lo que quieren ellos es tu firma y tu dinero. ¿No ves que los muertos todavía necesitan de los vivos?”, se alejó un poco y antes de salir: “Haz esto y después puedes ensimismarte y perderte en tu mente, ¡por favor!, eres lo único que le quedaba a Alicia.” Martha cerró la puerta y la vio salir; vio su espalda y su saco largo y blanco y sus botas negras perderse en el camino en dirección al carro. “Lo último que queda es tu sombra y no quiero que se me vaya, Alicia.” Afuera el día clareó. La niebla fue desapareciendo. Poco a poco. Cuando él salió las florecillas sobrevivientes a las manos de los niños ya no eran tan blancas. En cambio las diez o doce o tal vez quince que estaban amontonadas como cadáveres en días de peste al borde de la terraza le parecieron de una vivacidad increíble. Salió en dirección contraria a Martha para tomar un taxi. Decidió no firmar ni asistir al entierro ni escuchar los pésames pues aquello que enterrasen nada tenía que ver con la Alicia que él tanto amó. Y sus sentimientos estaban por encima del mundo. Benjamín Torres 32