Sueño en Nepal
Una mañana de penuria desperté en medio de la bruma.
La tierra temblaba y se sacudía.
El movimiento para todos lados: estaba arriba, estaba al lado. Donde posara la mirada, se movía la tierra, ahí, por lo bajo.
Soñé que la tierra entendía el karma.
Soñé en ese mismo momento, que también soñaba, aquel sacudimiento.
Era un sueño en medio de una calle de tierra y edificios de colores.
Un cuenco se escuchó a lo lejos, un llamado de un sonido opaco y hueco -de los que
te oprimen el pecho-.
Mientras tanto, algunos salían corriendo, gritaban y
movían sus cuerpos con el frenesí inyectado
por la vida debajo de sus chanclas.
Sus rasgos rasgados y mis rojos delíneados no se encontraban la mirada.
Yo soñaba el sueño que a ellos despertaba. Y otros andaban, meditabundos, andando
como si les dolieran las rodillas,
lentos.
Y nos veíamos sin observarnos. Mientras tanto, la tierra nos suspendía y temblaba
con nosotros encima, danzando a su ritmo, sin alterarnos.
Y nos veíamos sin observarnos. Mientras tanto, la tierra nos suspendía y temblaba
con nosotros encima, danzando a su ritmo, sin alterarnos.
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