Solus ipse 1 | Page 22

Marcos dormía; yo ponía el pretexto de escribir para desvelarme, cuando en realidad buscaba cuentos que tuvieran la misma sinopsis o premisa que el mío. Después de buscar en bases de datos de autores reconocidos o de larga trayectoria me di cuenta que ahí no era donde existía. El texto al que él se refería era algo más pequeño, camuflado por la miríada de escritores menores que buscan resaltar con lo que fuera de sus congéneres. Entonces indagué en las compilaciones de premios nacionales de diferentes países. Mis ojeras por el desvelo eran cada vez más definidas y mi taza, llena de líquido oscuro caliente, iba a mis labios con mayor frecuencia para poder identificar algún párrafo o frase, algún indicio de que existía ese ser difuminado que mi pareja dejó idiotamente en mi cabeza. Sin embargo, ahora, todo el pasado volvió de golpe a mi cerebro para no soltarlo. Traté de esconder mi curiosidad por el autor que, según Marcos, escribió ese cuento tan idéntico al mío. Y lo logré, después de la discusión no se volvió a hablar del tema. Los besos seguían, las conversaciones estimulantes salían de nuestra boca como cataratas después del trabajo; nuestra ropa estaba limpia, guardada en sus respectivos cajones, y siempre había café caliente en la cafetera. No existían las quejas o los reclamos porque dejaron de existir en cuanto dejamos de hablar sobre el texto. Teníamos la manera patentada de evitar los problemas de pareja. Yo pensaba que eso nos había hecho más resistentes. terminó aun después de que nuestros vehículos se desplazaron en sentidos contrarios, hacia departamentos con olor a humedad, a pura soledad. haber grabado los sonidos de nuestros pasos deslizándose como orugas angustiadas o los pequeños choques de mis libros o su computadora de escritorio dentro de sus contenedores desolados; la melancolía resonante no Solus Ipse 20