Solus Ipse
decidieron trasladarse al norte –
-¿A dónde crees que deba ir?- Le pregunto
con la intención de que me invite.
-A cualquier lugar, lejos de mí- Y se va sin
despedirse. Me devuelvo a casa y arreglo una
maleta guardando los diarios.
Pienso que lo de Eugenia y Mauricio fue
un mínimo augurio de lo que acontecerá,
sostengo la idea de que algún día podré despedirme de Bertha o que Raúl me haga el
favor y me diga “ a-Dios “.
Después de una pequeña siesta, llamo a Alejandra y contesta diciéndome que está ocupada por Internet, que las cosas empeoran
– Lo sé – le digo y agrego – debemos esfumarnos, Bertha ya ha emprendido la fuga. –
-¡Nunca y tirar todo a la puta mierda¡ – Responde azarada.
-Ya ni sé- Contesto, imaginando que Alejandra también busca una excusa para
morir, que deseamos construir un mito, una
leyenda, cualquier cuento con tal de dejar
testimonio, pero el final siempre es el mismo: ausencia… Antes de colgar le expreso
mi compromiso y ella me dice – Recogeré
a Margot, a Mauricio, a Arthur y luego a ti,
esta vez vamos por todo o nada - sentencia
Alejandra.
Estamos comprimidos en la camioneta,
Margot rompe el silencio sepulcral – ¿Están
listos?- Todos contestan afirmativamente
gritando “¡Victoria!”. Por mi parte prefiero
guardar silencio. Saco mi lata de grafitear y
ellos se ríen sobre todo Arthur que me ridiculiza diciendo – inútil, vamos con armas
reales, no con frasecitas de cajón –
- ¡Fácil apretar el gatillo, pararse y retar
con granadas para salir corriendo de los
ojos del cazador pero qué difícil es abrazar
a alguien sinceramente y olvidar este absurdo, creen que con sangre cambiaremos
en algo el destino! – Les digo a todos.
- ¡Para la camioneta!- Ordena Margot furiosa, añadiendo con vehemencia - Sin
sangre tampoco, bájate y sigue tus caminos
sin destino, seguro que la muerte aceptara
tú abrazo y olvido, nosotros tenemos una
guerra por la vida y la memoria.Alejandra y Mauricio me observan como
si fuese la última vez que nos cruzáramos
miradas y Arthur me insulta – ¡Eres tan
idiota pedazo de escoria!
Ahora estoy solo deambulando por el asfalto, perdido en mis pensamientos, una
moto sin luces se dirige hacia mí, me siento
tan desconcertado por lo ocurrido que no
le doy importancia a la luz que de repente
me enceguece, nunca pensé que la balanza se fuera radicalmente a un extremo tan
absurdo desde mi perspectiva. -¿Qué haces
por aquí exponiéndote a la muerte?- Con
la voz ronca inconfundible de Raúl. No
tengo miedo y camino hacia su encuentro
preguntando -¿Me amenazas?- No, aun te considero mi compañero y
amigo- Me dice mientras suelta una mano
del manubrio para tocar mi hombro.
-Pensé, que tú me querías bajo tierra- Le
digo, tratando de penetrar sus gafas oscuras con mi mirada.
-Crees que no te conozco Ismael, tú eres
diferente a nosotros que sólo tenemos sed
de venganza y por eso te aprecio- Me en-
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