No pude evitar ponerme a temblar. Puede que solamente
hubiese sido un espejismo, pero discerní la silueta de una
persona avanzar por el pasillo. Era alguien a quien yo conocía
muy bien. Y se acercaba. Se acercaba hacia mí, en silencio,
queriendo acariciarme la cara y reconocerme el rostro.
No tenía miedo, pues era mi hermana y sabía que nunca me
haría daño.
Se metió conmigo en la cama. Supuse que sería porque desde
su habitación me echaba de menos y, una vez más, quería
dormir a mi lado.
-Arrímate un poco más al borde de la cama-le ordené.-Ocupas
mucho espacio, y a mí me gusta estar ancho.
Ella, haciendo caso omiso, refunfuñó y continuó durmiendo.
Encendí la luz. Hacía mucho tiempo que no venía, por lo que
no podía ponerme a discutir con ella.
Me senté en el arcén y apoyé los codos sobre mis rodillas. Giré
la cabeza para mirarla de nuevo. Y no estaba allí.
No quería quedarme allí solo. Quería ir tras ella, hacer unos
gorros de papel e imaginar que éramos piratas, como en los
viejos tiempos.