imagen era abrazada por un muro de ladrillos que rodeaba lo descrito y cuatro altísimas y delgadas
chimeneas en la parte trasera que parecían una hidra humeante y furiosa.
Devolví mi mirada hacia adelante. Ya estábamos en la entrada del muro, custodiada por dos
soldados a cada extremo que, en cuanto el oficial se acercó al portal, se pusieron firmes y
extendieron el brazo para después doblarlo delante de sus frentes, justo como si les estuvieran
apuntando con un foco en la cara y se quisieran proteger de la luz. Ya había visto ese saludo antes.
La entrada, que era una serie de barras retorcidas y de metal acabadas en flecha unidas a una
plancha de metal, se mantenía en su sitio gracias a la fiel sujeción de sus bisagras a un inmenso
arco catenario de la misma roca del muro, con el símbolo de los altos elfos esculpido en la punta.
Tenía una arrogante y orgullosa águila posada encima, también de roca. Los soldados dejaron el
saludo y al instante se pusieron delante de las compuertas. El diminuto camino que hicieron fue,
por decirlo de alguna manera, exageradamente militar. Caminando con las piernas tiesas y dando
pisotazos como caballos mientras los brazos se movían con otro movimiento inarticulado que
dibujaba una parábola en su recorrido. Se abrieron las puertas, los soldados volvieron a su puesto
y se quedaron quietos, como estatuas de hueso, carne y vísceras mirando al infinito. Entonces vi el
exterior del muro, era un paisaje hermoso. El edificio resultó estar en lo alto de un acantilado
junto al mar. El suelo estaba poblado de hierba verde como la esmeralda, una manta vegetal que
se veía interrumpida por una ciudad costera al pie del acantilado y después continuaba por un
llano inmenso sin rastro de civilización hasta llegar al horizonte, donde se alzaban unas enormes
montañas. Lleno de curiosidad por el mundo diurno y aparentemente libre que recién me
abrazaba, miré a ambos lados. Vi el mar azul, azul como el cielo sin rastro de nubes, azul… Justo
antes de que mi visión llegase al horizonte, apareció una gigantesca muralla de color blanco que
surgía del agua, estaría a pocos quilómetros de la costa. De pronto recordé que antes de entrar en
esta tierra con Rose también pasamos por una muralla igual, ¿será la misma? Sería una pérdida de
tiempo construir semejante monstruosidad, a no ser que se estuvieran protegiendo de un
monstruo marino y esas criaturas fueron aniquiladas hace siglos. Algo que escuché en el pasado
asaltó mi mente sin previo aviso “Imperio Enjaulado”. Oí esas dos palabras varias veces antes de
entrar, empecé a sospechar que las murallas tenían mucho que ver. Miré hacia delante y allí nos
estaba esperando un vehículo; era negro y parecía una cucaracha gigante. Le salía vapor de vez en
cuando por unos tubos colocados en el morro. Había visto pocas máquinas como esas, pero cada