crecieron, los espacios entre estas se convirtieron en meros hilos que no tardaron ni un instante en
partirse y formar un agujero descomunal que recorría desde la parte que daba al pectoral de la
axila hasta el mismo dorsal. Se podían distinguir los huesos; la articulación se abría en la dirección
antinatural, hacia arriba. –Crac-, sonó por toda la sala, como partir el pan con las manos. Los
soldados giraron la cabeza para encontrarse con la escena. Uno de los dos le gritó al otro; parecía
culparle de no haberle desatado. El oficial también dirigió su atención a la escena. Cuando el
soldado paró de dar una lección verbal al otro, el uniformado habló, solo le bastaron unas pocas
palabras para que callaran, acabasen de desatar el cadáver y lo metiesen en el saco para después
irse a paso firme y sin decir nada. El uniformado me miró de nuevo, pero esta vez habló en vez de
limitarse a mirarme, con una media sonrisa seguramente provocada por mi cara de no saber qué
estaba pasando.
-Vamos, tenemos que hablar.- Exageraba el sonido v tanto que parecía una f, la a sonaba como
una arcada y la s parecía pronunciada por una víbora planeando la muerte de su presa. Me puso la
mano en el hombro ejerciendo un poco de presión, indicándome que me girara.
Empezó a caminar y, con él, los dos soldados que hacían acto de presencia. Gradualmente me
acabé situando entre esos dos; no me agarraban de los brazos, pero yo seguía ahí, detrás del oficial
y entre los soldados. El alivio empezó a surgir poco a poco, casualmente justo cuando salimos por
la puerta, la puerta de verdad, la que daba al aire libre. Ya habíamos recorrido aquel pasillo
grisáceo y el otro con jaulas como paredes; a penas me di cuenta.
Arrugué la cara y me la cubrí con la mano de la brillante luz del día; me nublaba la vista, pero a los
pocos instantes mi visión se acabó acostumbrando y empecé a poder ver, jamás había visto una luz
tan radiante. Seguíamos caminando, los soldados se pararon en la puerta por la que acabábamos
de pasar, como dos estatuas. Continué caminando junto al elfo de uniforme negro, aunque mi
mirada, rebosante de curiosidad inconsciente, miró hacia atrás. Un enorme edificio de color
blanco se alzó ante mis ojos, era más grande de lo que parecía, de lo que me dejaron ver. Parecía
una fábrica, las paredes carecían de ventanas salvo en la parte cercana a la puerta, esa enorme y
marrón puerta de madera; el edificio se resumía en una enorme caja blanca, más ancha que alta. A
la derecha se podían divisar bóvedas, bóvedas de ejecución de vampiros; a la izquierda conseguí
ver rejas, era un recinto cerrado; no pude vislumbrar otra cosa mirando hacia allí. Toda esa