- ¡Sánchez! Que interroguen a los mirones, a todos.
***
Después de varios días de investigación, por fin tenemos a un sospechoso. Lo observo desde el otro lado del espejo; se ve tranquilo incluso a gusto.
Es un hombre frío, si te lo encuentras en la calle no lo distinguirías entre la muchedumbre. Una persona normal. De gafas redondas, bajo y relleno, es mi turno.
Entro en la sala de interrogatorios decidido a meter a este hombre entre rejas.
- Hey!- me dice como si me conociera de toda la vida, como si fuéramos amigos.- Buenos días inspector Gómez.
- Señor Puig- lo miro serio y me siento delante de él- ¿cómo sabe mi nombre?
- Me lo dijo ella- señala con sus manos esposadas a una muñeca, la muñeca de coletas pelirrojas- Quiero confesar, pero con una condición- se reclina hacia mí y sonríe- Quiero que esa muñeca- la señala con un movimiento sutil de cabeza- se vaya a un lugar seguro.
Se vuelve a sentar bien en su asiento y me mira por encima de las gafas.
- Solo pido eso, y confesaré.
- Muy bien- concuerdo con él- confiesa.
- Hmmm, sí señor- ríe como si estuviera en una cafetería y se pone cómodo- Los maté, a todos y cada uno de los alumnos, fui yo. Les corté el cuello mientras miraba sus rostros empapados en sudor suplicando por su vida- susurra como si fuera un secreto- pero, yo no quería, no quería hacerlo; fue ella, ella me ordenó que lo hiciera y me prometió riquezas, mujeres- suspira encantado- y me lo dará, un presidiario pone mucho a las mujeres -hace un amago de sonrisa.
“Este tipo es despreciable.” Pienso.
Lo miro con una mueca de asco y me levanto de la silla. Siento cómo mira atentamente cada uno de mis movimientos y agarro a la muñeca.
-Vendrán a por ti, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir- digo de cara a la puerta y salgo de la sala de interrogatorios dejándole con la palabra en la boca.
- Hey, procura que le caiga la condena más alta- salgo de comisaría y recuerdo perfectamente que lancé esa maldita muñeca a un río pero... Nunca escuché el chapoteo cuando un objeto toca el agua... Eso me hace pensar que nunca tocó agua.
Hoy en día recibo llamadas de los familiares de las víctimas diciendo que ven una silueta menuda... Como de muñeca en sus ventanas. No estoy seguro, pero no lo descartaría...
Sara Quintal
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