Después de vestirme y desayunar, he cogido el ordenador portátil y he continuado con mi
novela. He pensado que ese era un buen momento, ya que la brisa era agradablemente
fresca y desprendía un grato olor a margaritas.
El sol brillaba en el cielo, como una luz interminable. Por lo que parece, hoy se ha
despertado contento.
Pasado un rato, un par de ardillas juguetonas se han parado a beber un poco de agua del
lago. Yo ya sabía que los animales salvajes saciaban su sed de esta manera, pero nunca
había visto unas tan de cerca, así que he ido a por frutos secos y se los he obsequiado.
Seguramente ellas me lo han agradecido satisfactoriamente, pero, por desgracia,
desconozco el idioma animal.
Más tarde he decidido hacer algo totalmente nuevo. Al principio he pensado que era una
idea totalmente descabellada, pero luego me ha entrado curiosidad y me he decidido a
seguir con mis planes. Me he montado en la pequeña barquita que tengo en la orilla de la
Laguna Negra y he remado hasta el centro del lago. Por un momento, he pensado que se
trataba del océano.
En el interior de