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Diarios de 3º de ESO DIARIO DE UNA ESCRITORA 1 de agosto del 2020 Querido diario, Hace ya mucho tiempo que no te escribo. No es que no me apetezca, es simplemente que no tengo tiempo, ya que lo que eran diversiones para pasar el rato se han convertido en prioridades que necesitan todo mi tiempo. Ya no puedo estarme toda la tarde viendo el mar, ni observar a la gente pasear por la calle como cuando era una niña. Una simple niña inocente que se creía las fantásticas historias de brujas y princesas que le contaban sus padres y que daría la luna por tocar una estrella. Porque, hay una verdad universal a la que todos tenemos que hacer frente, tanto si queremos como si no. Todo tiene su fin. El último día de verano, el capítulo final de un buen libro o despedirse de un buen amigo. Pero los finales son inevitables. Las hojas caen. Cierras el libro. Dices adiós. Salimos adelante. Abandonamos una etapa para entrar en otra. Empiezas a tener responsabilidades. Ese es el precio que hay que pagar cuando eres adulto. Es increíble que cuando somos críos y la vida es fácil, lo único que queremos es crecer; en cambio, cuando ya tienes una edad, has madurado lo suficiente como para querer volver a ser pequeño y disfrutar de tu infancia que, por desgracia, jamás recuperarás. En realidad, la vida es una calle de sentido único. Y no se puede dar marcha atrás. Sin embargo, hoy no he decidido escribirte para lamentar todo el tiempo perdido sin explicarme a mí misma mis propias reflexiones. Todo lo que quería era un lugar tranquilo en el campo, donde escribir y pasear. Esta mañana me he trasladado a mi casita en Soria, ubicada a orillas de la Laguna Negra. Es allí donde frecuento ir para acabar de escribir mis novelas. El silbido del viento y el cantar de los pájaros hacen que me sienta en un ambiente más relajado y cómodo. Lejos de la civilización, de la sociedad y de los dilemas. La verdad es que en el campo la vida es mucho más sencilla. O, por lo menos, cambias tu manera de pensar hacia ella. La casa es espectacular. El porche tiene unas vistas maravillosas al horizonte, donde, tomando un café con leche, he divisado el cielo de distintas tonalidades.