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Racó literari Mi mejor verano
personas y los otros detrás. La monitora hace los grupos que utilizaremos siempre que salgamos a navegar: Pablo y María van juntos en el barco de dos. En uno de los de tres van Noa, Emma y Víctor. En el otro van Carla, Arola y Esteban. Por último, mi barco, en el que por descarte me ponen con Nacho y Aaron. Parece una broma, esto solo me puede pasar a mí. Montamos los barcos, bueno, mejor dicho, María, Aaron y yo montamos los barcos ya que los demás no tienen ni idea de cómo hacerlo. Antes de salir, la monitora nos da una breve explicación de cómo navegar y, en cuanto le ayudamos a sacar la lancha, ya estamos listos y salimos al lago. La verdad es que hay más viento de lo que me pensaba, unos dieciocho nudos. Aaron, como ya sabe un poco, controla el floc( la vela menor) y yo, la mayor. No sé qué decir, están los dos muy callados y no sé cómo romper el hielo, así que no lo hago y me limito a disfrutar del viento en la cara, pero la tranquilidad no me dura mucho ya que una racha de viento sacude el barco y resbalo. Cuando ya pensaba que me estampaba contra el mástil, Aaron me coge por la cintura y Nacho frena la botavara y entre ellos se cruza una mirada un tanto rara, como si no se cayesen bien, de hecho, parece como si se odiaran. Nos quedamos los tres inmóviles por un instante, pero de pronto yo reacciono ya que estamos a punto de estamparnos contra el barco de Noa. Por tanto, le cojo la escota a Aaron y hago una repentina trasluchada y nuestra popa se queda a tan solo a unos centímetros de su barco. La monitora se acerca lo más rápido posible con la lancha para comprobar que estemos bien y seguimos navegando tranquilamente por el lago intentando no acercarnos demasiado a los otros barcos y sin pronunciar palabra; la verdad es que me resulta muy incómodo. Nacho, con la mirada perdida y Aaron haciendo nudos con el extremo de la escota del floc de estribor y a pesar de que el barco es muy pequeño parece que la distancia que los separa es inmensa. De vez en cuando me miran, yo les sonrío y ellos me devuelven la sonrisa. Pero aun así la tensión se palpa en el ambiente.
Ya habrá pasado una hora desde que casi nos estrellamos con el barco de Noa y la monitora nos grita desde la lancha que ya es hora de salir. Así que nos dirigimos al muelle, sacamos los barcos, los desmontamos y volvemos hacia las cabañas.