Skapa't | Page 5

Una voz se despide de mí, lo oigo en todos los rincones de la abrumadora oscuridad en la que me encuentro flotando, como en un océano, como si fuese el tripulante de un enorme navío abatido llamado conciencia. Aquí el tiempo es piedra, pero también es agua, no avanza, solo avanza hacia el futuro o hacia la nada...Aquí todo es confuso… No entiendo nada, solo comprendo la fría oscuridad en la que me encuentro… O tampoco la comprendo… Veo los cuerpos de los marineros hundirse más rápido que el mío...Pero espera, ¿los puedo ver a pesar de estar oscuro? No está oscuro, ni tampoco sus cuerpos se hunden, es el mío que sube hacia arriba, hacia la superficie. Por fin puedo respirar y ver con claridad, desde aquí diviso algo rojo, es un vestido, con una chica dentro y parece consciente. Espera… Yo conozco a esa chica… ¡Es Rose! ¡Rose! Grita mi voz, ella me oye, se acerca, ¿o me acerco yo? No lo sé… No lo recuerdo bien...Está oscuro, solo veo el brillo celestial de sus ojos azules… Que se meten en mi cabeza… Ya no hay ojos azules, ahora solo hay oscuridad y luz… O oscuridad tan solo… Confusión… No lo sé… Tan solo quisiera saber quién es Rose.

La luz entraba por mis retinas, lo veía todo borroso, solo oía unas carcajadas exageradas cerca de mí. Hacía frío y me notaba la ropa distinta, no tenía el leve peso de la chaqueta y el peso considerable de las armas, tan solo iba con la camisa, los pantalones y los zapatos. Mi vista se aclaró, estaba en un calabozo, aunque eso más bien parecía una maldita jaula. Apestaba, era un lugar oscuro y en vez de paredes tenía barrotes a través de los cuales se podían ver otras jaulas. La mía estaba adherida a otras dos, a derecha e izquierda, y en frente, donde está la puerta, había un espacio que separaba mi celda de una fila entera que se extendía hasta diez. El calabozo parecía limitarse a eso, un simple pasillo lleno de jaulas para todas las razas. El pasillo era lo único que ofrecía luz, aunque deprimentemente tenue. Presté atención a la ausencia de aquellas carcajadas con las que me desperté, con pereza pensé en la dirección de dónde venían y mi cabeza se giró dudosa hacia la jaula de la derecha. Detrás de los barrotes, cubierto en una manta de penumbra, se hallaba alguien; le brillaban los ojos y parecían dos luciérnagas gemelas flotando en aquella oscuridad. Se empezó a acercar lentamente hacia los barrotes que nos separaban al ver que me percaté de su existencia. La oscuridad se desvanecía a su alrededor a medida que avanzaba, pero me costaba ver sus rasgos. Empecé a tener ideas de su raza en cuanto su pie y parte de pierna entró en la luz que irradiaba el farol del pasillo; era una piel pálida, demasiado para ser humano, parecía mármol de lo blanca que era. Pensé en un elfo oscuro, algo blanco. Mis pensamientos más exagerados sobre la piel de esa persona se acabaron confirmando en cuanto su cara salió de la penumbra, era un vampiro. Su musculatura era morbosamente fina, tanto que parecía un esqueleto en vida; los huesos de la cara eran exagerados bultos debido a la mórbida flaqueza del hombre. La piel era transparente y enfermiza, los vasos sanguíneos se podían ver perfectamente por todo su cuerpo; la sangre que corría por estos era negra como un carbón líquido. Estaba claramente enferma, todo su ser lo estaba. Sus orejas demostraban que, antes de convertirse en semejante monstruo, era humano.

Retrocedí al ver su sonrisa de oreja a oreja, con dientes amarillos y afilados como pequeños cuchillos y esa boca rodeada de una barba mugrienta y sucia de sangre seca ya marrón por el paso de los días. Se rio rápidamente, con toda seguridad por mi reacción. Su risa era ronca y desquiciada, poco más hacía falta escuchar de él para saber que se despidió de la cordura hace mucho tiempo.