los vi desangrarse delante de mí, con sus podridos cuerpos repletos de
arañazos que parecían obra de cinco cuchillos. Y luego la vi a ella, con su
cuerpo transformado hasta ser una bestia salvaje en cuya cabeza solo había
lugar para el instinto, mi hermana querida.
Aquella noche no hacía frío, tampoco hacía calor, el viento estaba
paralizado, no había ni una solitar