Relatos al estilo del Romanticismo
-Buenos días señores. -saludó el chico educadamente haciendo una pequeña reverencia.
La mujer lo miró con ternura y el hombre se acercó para darle la bienvenida y darle
algunas indicaciones. Justo después le enseñó su alcoba, donde estaban las dos niñas,
de pie mirando a la puerta.
-Buenos días joven. -
Claudia se adelantó a su hermana Isabela, la cual había quedado encandilada con la
belleza del muchacho. La platónica de Daniel le tendió una mano y el joven, como bien
educado que era, besó sus nudillos con una sonrisa en la cara para después repetir la
misma acción con Isabela.
Pasó un día bastante tranquilo para la familia rica y Daniel no se sentía para nada fuera
de lugar, las dos adolescentes hacían que el chico no se sintiera incómodo. Esa noche,
el marqués y la marquesa salieron de viaje hacía la capital del reino para asistir a una
fiesta real en el castillo de sus majestades. Estando sentados justo después de cenar los
tres menores, incitados por Claudia, burlaron el servicio del palacio y se escaparon al río,
el cual decían que estaba maldito por el espíritu de la niña Santa Catalina, que ahora
estaba enfadado y acababa con la vida de quien pisaba su río. Claudia dio la idea de
meterse dentro.
-No creo que debamos hacerlo. -dijo Isabela, una vez ya junto al río, temblando de
miedo.
-Tú y yo claramente no, pues somos unas cobardes. -
Claudia tenía una pequeña broma malévola dentro de la mente.
-Debe ser el valiente Daniel quien lo haga.
-¿Yo?-La idea espantaba al joven. Se estaba haciendo el valiente por la buena impresión
que quería dar a su amada. Entre las insistencias para hacerlo de Claudia, y las
insistencias contrarias de Isabela, que estaba aterrada por si le pasaba algo a su
imposible, decidió entrar.