Salimos de esta por la intercesión de Dios y porque el
piloto era este muchacho Boulton que después pasó
tanto tiempo secuestrado, un excelente piloto (ya se
retiró), luchó como un gladiador por no perder el control
del avión. Para colmo, en Nueva York nos recibió una
tormenta, sobrevolamos el aeropuerto más de una hora
esperando que pasara, y todos en ese avión desesperados por pisar tierra”.
El vuelo a Margarita dura media hora, lo que duró la
señora contándome su aterradora experiencia. Cuando
el piloto de Laser anunció que comenzaba el descenso
al aeropuerto Santiago Mariño, la señora volvió a alzar
las palmas: “Oremos, pongámonos en manos de Dios,
sobre todo a la hora del aterrizaje, que es cuando
suceden más accidentes”.
Puntual a las nueve de la mañana de Navidad me esperaba un taxi frente al edificio aunque mi vuelo no saldría
hasta la 1.30 de la tarde. Tenía la esperanza de como
volaba sola y sin equipaje, quizás me lograría montar
en un avión más temprano porque ¿a quién se le ocurre
volar en Navidad? Fue grande mi sorpresa al ver que
la cola para chequearse en Laser, que seis días atrás
había sido leve, la mañana de Navidad era kilométrica.
Esperaba frente a mí una joven pareja con unos morochos que acababan de cumplir un año. La mamá me
comentaba angustiada: “Ya el varón está caminando,
no aguanta mucho tiempo el coche. Y ayyy si les da
hambre, porque les entra un berrinche, hay que alimentarlos a los dos a la vez, y yo sola no puedo porque mi
esposo se tiene que ocupar de las maletas”. Por eso le
pidieron a un empleado de \