Sin Escala (Mayo 2014) | Page 28

Salimos de esta por la intercesión de Dios y porque el piloto era este muchacho Boulton que después pasó tanto tiempo secuestrado, un excelente piloto (ya se retiró), luchó como un gladiador por no perder el control del avión. Para colmo, en Nueva York nos recibió una tormenta, sobrevolamos el aeropuerto más de una hora esperando que pasara, y todos en ese avión desesperados por pisar tierra”. El vuelo a Margarita dura media hora, lo que duró la señora contándome su aterradora experiencia. Cuando el piloto de Laser anunció que comenzaba el descenso al aeropuerto Santiago Mariño, la señora volvió a alzar las palmas: “Oremos, pongámonos en manos de Dios, sobre todo a la hora del aterrizaje, que es cuando suceden más accidentes”. Puntual a las nueve de la mañana de Navidad me esperaba un taxi frente al edificio aunque mi vuelo no saldría hasta la 1.30 de la tarde. Tenía la esperanza de como volaba sola y sin equipaje, quizás me lograría montar en un avión más temprano porque ¿a quién se le ocurre volar en Navidad? Fue grande mi sorpresa al ver que la cola para chequearse en Laser, que seis días atrás había sido leve, la mañana de Navidad era kilométrica. Esperaba frente a mí una joven pareja con unos morochos que acababan de cumplir un año. La mamá me comentaba angustiada: “Ya el varón está caminando, no aguanta mucho tiempo el coche. Y ayyy si les da hambre, porque les entra un berrinche, hay que alimentarlos a los dos a la vez, y yo sola no puedo porque mi esposo se tiene que ocupar de las maletas”. Por eso le pidieron a un empleado de \