Sin cadenas que te mancillen Sin cadenas que te mancillen_TEASER | 页面 30

30 José Luis Pérez Gómez —Examinen las sillas donde se sientan. Como pueden obser- var, sus patas son rectas, sin ningún tipo de curvatura. Tienen un aire macizo y rústico. Ni yo mismo las considero convenien- tes para mi mansión. El inconveniente es que no contamos con buenos carpinteros para fabricarlas mejor. Pero, por favor, pál- penlas y se darán cuenta de la calidad de la madera. Al alcance de su mano se encuentra un bosque infinito repleto de la mejor caoba del mundo. Las casas señoriales de Inglaterra comerán en sus mesas, guardarán su ropa en sus armarios, enmarcarán sus espejos; escribirán cartas desde sus pupitres. Los recién llegados manoseaban los muebles e intercam- biaban frases de admiración en voz alta. Despard aprovechó el momento para sentarse en el escritorio. Al lado de pilas de papeles oficiales se distinguía un secretario algo orondo, vestido con un traje sencillo y oscuro. —Pienso levantar una nueva ciudad. Ya han visto que la orilla de enfrente está desnuda de vegetación. Allí se edificará la Ciudad Convencional, nombrada así en homenaje al Acuerdo de Londres que asentó la paz con los españoles. El agrimensor general ya la ha dividido en parcelas de cien pies por cincuenta. Con independencia de su edad, reputación, fortuna personal o raza todos recibirán una de igual tamaño. No es definitiva, pues el territorio pertenece a la Corona y el Gobierno de Su Majestad aún debe aprobar mis acciones. Pero no creo que se me desautorice. Los nuevos colonos le prestaban toda su atención. Despard prosiguió con su disertación, informándoles que en la nueva ciudad podrían construir sus casas. —No hay ningún obstáculo para traer a sus familiares. Aquí encontrarán tiendas con artículos de primera necesidad. La guarnición cuenta con un médico; también con un herrero que les ayudará a fabricar utensilios. El ministro que oficia los