Sin cadenas que te mancillen Sin cadenas que te mancillen_TEASER | страница 29

Sin cadenas que te mancillen 29 y complexión que correspondía a un vigoroso oficial en activo. Había esmerado su vestuario para dar una imagen impactante a los recién llegados. En contraste con sus pobres trajes de lino, el militar llevaba sus mejores galas: levita oscura, chaleco amarillo de seda y pantalones de algodón gris. Una gran corbata blanca de seda sujetaba su barbilla. Una pequeña peluca rubia cubría la cabeza. Solo una gran espada enfundada en una vaina de piel delataba su rango militar. El calor y la humedad del Trópico parecían no afectarle. Llegó a la mesa principal, se giró y tras saludarlos con educa- ción se dirigió de forma distendida a los reunidos. —Señores, les agradezco que hayan respondido a nuestra llamada. Espero que el viaje haya sido agradable y sin sobre- saltos. Nos hallamos un poco lejos del puente de Londres. –Estas palabras fueron acogidas con un discreto murmullo de aprobación por parte de los recién llegados–. El territorio de Honduras es la más reciente de las colonias de su majestad, y se necesitan a personas industriosas como ustedes. Carecemos de muchas cosas. Despard los necesitaba. Ellos le ayudarían a limitar las ga- nancias de los grandes propietarios. Ya había acabado con la legislación arbitraria de la aristocracia local; ahora tocaba acabar con el monopolio comercial de la madera. Abrir el negocio a más brazos. —Ya sé lo que se comenta en Inglaterra. Que nos estableci- mos aquí por el tinte del palo de Campeche, que tanta demanda tiene para teñir de rojo las telas. Pero la guerra y la especulación han reducido su valor. Aunque yo creo que esta tierra alberga un tesoro mayor. Vio un cambio en la cara de los presentes. Asomaba en ellos un aire de sorpresa, y pronto empezaron a murmurar las palabras «oro y plata». Se rio para sus adentros y les comunicó sus planes.