Sin cadenas que te mancillen Sin cadenas que te mancillen_TEASER | Page 22

22 José Luis Pérez Gómez medio de la taza. Asimismo, endulza otras bebidas amargas como el café y el cacao. Ahora se empieza a utilizar para que ciertos platos con carne sepan mejor, el tabaco no sea tan áspero o incluso para fortalecer la cerveza. Hay mercado para ustedes y para los plantadores jamaicanos. La demanda del azúcar es un pozo sin fondo. Pronto la selva empezó a dominar el paisaje. El tono de Bar- lett se hizo más grave: —Lo malo, señor Dyer, es que la autoridad local se opone a nuestros planes. Pero no quiero cansarle ahora con nuestras cuestiones tras el largo viaje y el penoso incidente a su llegada. Enseguida alcanzaremos mi casa y nos reuniremos con unos amigos que escucharán con mucha atención sus propuestas. En ese momento el visitante frunció el ceño. —Muchas gracias por todo. Pero dígame, ¿por qué no hemos castigado a los miserables negros que me han atacado y destro- zado mi capa de seda? Mire usted como me la han dejado. Bartlett alzó la vista hacia el techo de la calesa y suspiró. —Son las malas costumbres locales. No se preocupe, señor Dyer, serán castigados. Pero a su debido tiempo. Sé muy bien quiénes han sido, y cuando nuestra situación mejore, la suya empeorará. Créame, conozco muy bien la ley, y las espaldas de esos insolentes acabarán destrozadas. El vehículo abandonó el camino principal. Rodó debajo de un sencillo arco vegetal formado por las ramas de dos árboles. Pronto arribaron frente a un edificio de madera pintado de blanco con un gran pórtico de piedra en la entrada. Bartlett se dirigió a su invitado con aire nostálgico: —Ya estamos en mi humilde morada. Ojalá hubiera co- nocido mi casa de Virginia. La guerra se convirtió para mí en un naufragio del que solo pude salvar unos pocos enseres. Mi criado le guiará hasta la habitación de invitados, donde