Sin cadenas que te mancillen Sin cadenas que te mancillen_TEASER | Page 21

Sin cadenas que te mancillen 21 vez bien asentado, alguna de sus hijas se casaría con un noble empobrecido y sus nietos lucirían títulos nobiliarios. Si estan- do en Jamaica aceptó la invitación de un pequeño potentado local para viajar al nuevo territorio, esto no estuvo motivado solo por aumentar su red de negocios, sino para ver de cerca la vida en una gran mansión igual a la que aspiraba, y que su ajetreo financiero y los prejuicios de clase imperantes tanto en Inglaterra como en Jamaica le habían privado de conocer de primera mano. Ahora sería el huésped de un gran propietario, aunque este fuera tropical. Estaba cansado por el viaje, pero durante el recorrido, Bartle- tt no dejaba de incomodarle con su conversación. Pensaba que los bosques se podían desbrozar con facilidad y convertirse en propiedades fértiles. La franja litoral era llana, sin montañas, y el clima y el terreno eran muy semejantes a los de su añorada Virginia. Acumulaba experiencia en ese cultivo y la certeza de que en sus nuevas propiedades podría crecer la caña de azúcar y el tabaco con facilidad. Pero no sabía si semejante aumento de la producción causaría problemas a los plantadores de Jamaica. Dyer salió de su ensoñación y se dirigió a él con tono amable y sonriente: —¿Es usted de Virginia? Por el acento ya había deducido que usted proviene de las excolonias. Pienso que en todas partes solo se pueden alcanzar mejoras con hombres con su empuje e ideas. Y espero que mi pequeño impulso le sea de gran ayu- da. –El financiero, siempre que se entrevistaba con potenciales clientes, los adulaba sin ningún escrúpulo–. En cuanto al azúcar no tiene usted que preocuparse: su precio ha bajado mucho en los últimos años. En el pasado solo los boticarios recurrían a él para sus preparados, pero ahora todo el mundo lo consume a diario y en grandes cantidades. Se cuenta que hay gente que pone tanto en el té que la cucharilla se puede sostener fija en