Sin cadenas que te mancillen Sin cadenas que te mancillen_TEASER | Page 20
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José Luis Pérez Gómez
El vehículo se alejaba con lentitud de la población. La cubierta
de tela del toldo se había colocado para ofrecer algo de protec-
ción frente al sol ardiente. Al principio se distinguían cabañas
con huertos adyacentes. El camino entraba ahora en una zona
cada vez más boscosa; los ocupantes del vehículo agradecieron
la sombra proyectada por los árboles.
Dyer apenas prestaba atención al paisaje. Contemplaba los
destrozos sufridos en la capa de seda amarilla y pensaba en lo
lejos que se encontraba de su establecimiento de Londres. En
sus largos años de actividad en la City, América había sido su
campo de actuación. A través de sus actividades financieras
conocía bien todas sus mercancías, tanto las pieles de castor de
la Compañía de la Bahía de Hudson como el azúcar, tabaco
y algodón proveniente de las colonias tropicales. Solo ahora,
debido a los trastornos ocasionados por la guerra de indepen-
dencia norteamericana, que había frenado el comercio y la co-
municación con el Caribe, había decidido viajar a Jamaica, para
poder cuadrar los pagarés y cartas de crédito de los potentados
de la isla que obraban en su poder. Era hora de conseguir un
beneficio de aquella colección de papeles que había acumulado
durante años.
A pesar de sus aires de grandeza, él provenía de una familia
de clase media de una bonita ciudad de provincias. Logró es-
tudiar en Cambridge, y luego decidió establecerse en la capital
para lograr una fortuna. Lo consiguió en pocos años tanto por
su inteligencia natural como por su crueldad en los negocios.
Debido a esto, y a sus ojos un poco rasgados, sus competidores
decían medio en broma que provenía de una familia de lobos, y
él, cuando se enteró del comentario, lo tomó como un halago.
Una vez conseguida la seguridad material, su sueño ahora era
erigir una gran residencia campestre en Kent. Ambicionaba
convertir a su familia en una de las más ilustres de la zona. Una