Sin cadenas que te mancillen Sin cadenas que te mancillen_TEASER | Page 17

Sin cadenas que te mancillen 17 dores, está el punto de desembarco. Pero creo que muy pronto se erigirá un muelle para la descarga de mercancías, pues el te- rritorio crece cada día. Ahora mandaré lanzar el bote. Coloque sus pertenencias a estribor. —Muchas gracias, oficial. Ya he encargado esa tarea a uno de sus hombres –le declaró con arrogancia, antes de apartarse del oficial. La nave fondeó y arrió el bote. Media docena de pasajeros descendieron con preocupación por la escala de cuerdas de la nave y luego saltaron a la barca. Una vez completada la carga humana, los marineros se pusieron a remar con energía hacia la orilla. El calor se iba adueñando del ambiente. Vararon cerca de la orilla. El caballero de la capa amarilla examinó la situación y resolvió que sus hermosas botas de piel no debían mojarse. Hizo señas de forma arrogante a un par de negros que, protegidos por grandes sombreros de hojas de palma, se encontraban pescando con cañas, para que desembarcaran a él y a su equipaje. Los interpelados obedecieron y se internaron en el agua hasta la cintura para alcanzar el bote. El viajero montó a las espaldas de uno de ellos y en poco tiempo él y su equipaje alcanzaron tierra firme secos. En la cara de los porteadores se dibujaba una expresión alegre pues esperaban recibir unas monedas por el esfuerzo efectuado, y no la frase que el recién llegado les manifestó. —Muchas gracias, muchachos. Sois muy fuertes. ¿Quién es vuestro amo? Creo que podría obtener un buen negocio con vosotros. Ante aquellas palabras, la expresión de los mozos cambió y el más corpulento le propinó un empujón que le dejó tendido de bruces en la arena. El aire de suficiencia desapareció de su rostro. Los hombres le rodearon: