Simbad el marino simbad | Page 5

– ¡No sé qué decir, señor!… Nunca había visto tanta riqueza. – Así es – contestó educadamente el hombre – Soy muy afortunado, pero quiero contarte cómo he con- seguido todo esto que ves. Nadie me ha regalado nada y sólo espe- ro que entiendas que es el fruto de mucho esfuerzo. El comerciante, que se llamaba Simbad, relató su historia al intri- gado muchacho. – Verás… Mi padre me dejó una buena fortuna, pero la malgasté hasta quedarme sin nada. Enton- ces, decidí que tenía que hacerme marino. – ¿Marino? ¡Guau! ¡Qué maravilla!