s primer viaje, me caí del barco
í, pero no fue fácil. Durante el
y nadé hasta una isla, que re-
sultó ser el lomo de una balle-
na ¡El susto fue tremendo! Por suer-
te me salvé de ser tragado por ella.
Conseguí agarrarme a un barril que
flotaba en las aguas y la corriente
me llevó a orillas de una ciudad
desconocida. Vagué de un lado
para otro durante un tiempo has-
ta que logré que me admitieran en
un barco que me trajo de regreso
a Bagdad ¡Fueron días muy duros!
Terminó de hablar y le dio al chi-
co cien monedas de oro a cambio
de que al día siguiente, al termi-
nar su trabajo, regresara a su casa
para seguir escuchando sus rela-
tos. El joven, con los bolsillos lle-
nos, se fue dando botes de alegría.
Lo primero que hizo, fue comprar
un buen pedazo de carne para pre-
parar un asado y se puso las botas.
Al día siguiente volvió a casa
de Simbad, tal y como habían
acordado. Tras la cena, el hom-
bre cerró los ojos y recordó otra
parte de su emocionante vida.
– Mi segundo viaje fue muy curio-
so… Avisté una isla y atracamos
el barco en la arena. Buscando
alimentos encontré un huevo y
cuando me disponía a cogerlo,
un ave enorme se posó sobre mí
y me agarró con sus fuertes pa-
tas, elevándome hasta el cielo.