Simbad el marino simbad | Page 6

s primer viaje, me caí del barco í, pero no fue fácil. Durante el y nadé hasta una isla, que re- sultó ser el lomo de una balle- na ¡El susto fue tremendo! Por suer- te me salvé de ser tragado por ella. Conseguí agarrarme a un barril que flotaba en las aguas y la corriente me llevó a orillas de una ciudad desconocida. Vagué de un lado para otro durante un tiempo has- ta que logré que me admitieran en un barco que me trajo de regreso a Bagdad ¡Fueron días muy duros! Terminó de hablar y le dio al chi- co cien monedas de oro a cambio de que al día siguiente, al termi- nar su trabajo, regresara a su casa para seguir escuchando sus rela- tos. El joven, con los bolsillos lle- nos, se fue dando botes de alegría. Lo primero que hizo, fue comprar un buen pedazo de carne para pre- parar un asado y se puso las botas. Al día siguiente volvió a casa de Simbad, tal y como habían acordado. Tras la cena, el hom- bre cerró los ojos y recordó otra parte de su emocionante vida. – Mi segundo viaje fue muy curio- so… Avisté una isla y atracamos el barco en la arena. Buscando alimentos encontré un huevo y cuando me disponía a cogerlo, un ave enorme se posó sobre mí y me agarró con sus fuertes pa- tas, elevándome hasta el cielo.