Simbad el marino simbad | Page 4

SIMBAD EL MARINO H ace muchos años vivía en Bagdad un joven que te- nía por oficio llevar mer- cancías por toda la ciudad. Todos los días acababa agotado de tanto cargar cajas y se lamen- taba de que, lo que ganaba, no le servía para dejar de ser pobre. Un día, al final de la jornada, se sentó a descansar junto a la puerta de la casa de un rico comerciante. El hombre, que estaba dentro, le oyó quejarse de su mala suerte en la vida. 1 – ¡Trabajar y trabajar, es lo único que hago! Al final del día sólo con- sigo recaudar tres o cuatro mo- nedas que apenas me dan para comprar un mendrugo de pan y un poco de pescado ahumado ¡Qué desastre de vida la mía! El comerciante sintió lástima por el chico y le invitó a cenar algo ca- liente. El muchacho aceptó y se quedó asombrado al entrar una vivienda tan lujosa y con tan ricos manjares sobre la mesa.