al parlamento y en las
regiones.
Fui comisionado junto con
dos gobernadores más a
entrevistarme con el
entonces presidente del
CNE, Rafael Parra Pérez,
para comunicarle la
decisión a tomar en el
directorio. Horas más
tarde, la separación fue
un hecho. ¿Y los miembros
de las Juntas Electorales
Regionales, Municipales,
y de las miles de
mesas de votación, de
dónde salían? ¿Por sorteo?
Bastantes listas firmé para
postular miembros de
mesa –unos por AD y
otros independientes- que
luego se aprobaban junto
con los dos propuestos
igualmente por COPEI.
En los últimos procesos
se le daba un puestecito
en las mesas al MAS,
aunque difícilmente
tenían cómo llenar esas
posiciones y, cuando las
ocupaban, se les hacía
cuesta arriba acudir al
centro de votación.
Cuando llegaba más de
un pollo con purgante
para darles, porque no
tenían para la logística, los
obligaba a pasar más
tiempo en el baño que al
cuidado de las urnas.
No le sobró tampoco real
a Chávez, por lo menos en
los primeros meses de
campaña, ni tenía fácil
acceso a los medios. Al
final fue distinto porque
más de un riquito y dueño
de televisoras y periódicos
–y esa es otra historia que
ahora no quiero contarcreyendo
que controlarían
al mestizo, le metieron la
mano.
¿Qué sí tuvo Chávez? La
capacidad de capitalizar
el descontento sentido
por buena parte de la
población, el cual, con
razón o sin ella, operaba
en contra de la clase
gobernante. Chávez se
montó en la rabia de la
gente y la convirtió en
votos. Aun cuando no
tenían para trasladar a los
electores a los centros de
votación, eso no importó,
porque a lo bravo se
montaron en los autobuses
contratados para
nuestra gente y acudieron
a votar. Ellos no tenían
testigos en una gran cantidad
de mesas, aunque dio
lo mismo, porque eran
muchos los indignados
que arroparon cualquier
triquiñuela; se repartió
zinc y bloques para
convencer indecisos y los
descontentos decidieron
sufragar por Chávez.
¡Y más todavía! Algunos
generales de ese tiempo
estuvieron tentados a
desconocer los resultados
de esa elección –y otra vez
hablo con propiedad- aun
así, al mediodía de ese 6
de diciembre se echaron
para atrás, cuando les
informaron de lo abrumadora
de la votación a
favor de su antiguo
compañero de armas.
Comentaría sobre cómo los
polacos se quitaron de
encima a los comunistas en
una elección en la cual, por
anticipado, el régimen gobernante
se reservó la mitad de
las curules en el órgano legislativo
en disputa, o de los nicaragüenses,
quienes
despacharon a los sandinistas
y votaron masivamente en
unas elecciones donde la
otrora guerrilla controlaba
todo, o los chilenos
reventando a fuerza de papeletas
a Pinochet, cabeza de
una dictadura sangrienta; sin
embargo, corro el riesgo de
cansar.
Con condiciones o sin condiciones
ideales –ni para elegir
al papa las hay-, la única alternativa
posible en el corto
plazo es votar. Si quienes se
consideran dirigentes son
capaces de truncar la rabia
del presente –mayor que la
de 1998- en votos, se ganará
hasta el condominio de Fuerte
Tiuna. Si dejan a un lado sus
celulares y de estar pendientes
de las redes y grupos
de WhatsApp, o en cuarentena
aprendiendo con Open English
para cuando vengan los gringos
–por favor, hay que ser
bien estúpido para creer en
una “intervención multifacética”-,
se ponen un tapabocas
y se sumergen en el
barro a compartir y convencer
a los que están mal -que son
millones-, entonces Venezuela
será otra.
@Luisemartinezh