Sexta Edición | Page 8

al parlamento y en las regiones. Fui comisionado junto con dos gobernadores más a entrevistarme con el entonces presidente del CNE, Rafael Parra Pérez, para comunicarle la decisión a tomar en el directorio. Horas más tarde, la separación fue un hecho. ¿Y los miembros de las Juntas Electorales Regionales, Municipales, y de las miles de mesas de votación, de dónde salían? ¿Por sorteo? Bastantes listas firmé para postular miembros de mesa –unos por AD y otros independientes- que luego se aprobaban junto con los dos propuestos igualmente por COPEI. En los últimos procesos se le daba un puestecito en las mesas al MAS, aunque difícilmente tenían cómo llenar esas posiciones y, cuando las ocupaban, se les hacía cuesta arriba acudir al centro de votación. Cuando llegaba más de un pollo con purgante para darles, porque no tenían para la logística, los obligaba a pasar más tiempo en el baño que al cuidado de las urnas. No le sobró tampoco real a Chávez, por lo menos en los primeros meses de campaña, ni tenía fácil acceso a los medios. Al final fue distinto porque más de un riquito y dueño de televisoras y periódicos –y esa es otra historia que ahora no quiero contarcreyendo que controlarían al mestizo, le metieron la mano. ¿Qué sí tuvo Chávez? La capacidad de capitalizar el descontento sentido por buena parte de la población, el cual, con razón o sin ella, operaba en contra de la clase gobernante. Chávez se montó en la rabia de la gente y la convirtió en votos. Aun cuando no tenían para trasladar a los electores a los centros de votación, eso no importó, porque a lo bravo se montaron en los autobuses contratados para nuestra gente y acudieron a votar. Ellos no tenían testigos en una gran cantidad de mesas, aunque dio lo mismo, porque eran muchos los indignados que arroparon cualquier triquiñuela; se repartió zinc y bloques para convencer indecisos y los descontentos decidieron sufragar por Chávez. ¡Y más todavía! Algunos generales de ese tiempo estuvieron tentados a desconocer los resultados de esa elección –y otra vez hablo con propiedad- aun así, al mediodía de ese 6 de diciembre se echaron para atrás, cuando les informaron de lo abrumadora de la votación a favor de su antiguo compañero de armas. Comentaría sobre cómo los polacos se quitaron de encima a los comunistas en una elección en la cual, por anticipado, el régimen gobernante se reservó la mitad de las curules en el órgano legislativo en disputa, o de los nicaragüenses, quienes despacharon a los sandinistas y votaron masivamente en unas elecciones donde la otrora guerrilla controlaba todo, o los chilenos reventando a fuerza de papeletas a Pinochet, cabeza de una dictadura sangrienta; sin embargo, corro el riesgo de cansar. Con condiciones o sin condiciones ideales –ni para elegir al papa las hay-, la única alternativa posible en el corto plazo es votar. Si quienes se consideran dirigentes son capaces de truncar la rabia del presente –mayor que la de 1998- en votos, se ganará hasta el condominio de Fuerte Tiuna. Si dejan a un lado sus celulares y de estar pendientes de las redes y grupos de WhatsApp, o en cuarentena aprendiendo con Open English para cuando vengan los gringos –por favor, hay que ser bien estúpido para creer en una “intervención multifacética”-, se ponen un tapabocas y se sumergen en el barro a compartir y convencer a los que están mal -que son millones-, entonces Venezuela será otra. @Luisemartinezh