Lejos de casa, una estación de tren. Bajo, camino rápido, no sé donde estoy, me pierdo. Corro hacia donde hay gente, edificios, autopistas que se cruzan; llegó a un puente bajo la primer autopista. Veo una cancha de lejos, pero nada de gente. Me confunde un pasadizo que desemboca en un puente colgante. El puente conecta con un túnel de chapa color verde, por donde se puede deducir que alguna vez pasó el tren. Observo que a través de ese puente-túnel de chapa puedo cortar camino hacia el otro lado de la ciudad donde pasa el colectivo.
Me voy acercando al puente colgante, en un momento del trayecto veo que alguien vuelve, una señora mayor y una joven. La joven, como si nada me comenta, que va a empezar sus estudios del otro lado de la ciudad (me muestra su analítico), y necesita (al igual que yo) cortar camino por ese túnel de chapa. Me informa que se acercaron hasta el comienzo del túnel junto con la señora pero no avanzaron porque las asustó una puerta de madera antigua que funciona como puerta de entrada al túnel. La señora se sobresalta y me dice (como justificándose) que intentó abrirla pero no pudo, que ella solo quiere ir a visitar a sus nietos, que pensó que cortando camino por ahí se ahorraría tiempo. Vuelvo con la chica y su analítico. No sé por qué razón ella me lo dá, lo quedo mirando como si leyera alguna nota, de torpe nomás estiro la mano para devolverlo y se me cae entre los escalones del puente colgante; la chica se desespera por manotear el papel, pero cae hacia el riacho – riachuelo, de todas formas. Me mira furiosa con los ojos afiebrados y pide algo a cambio de ese accidente estúpido. Supuse que hablaba de dinero, así que respondí rápidamente: “sólo tengo la sube”, y la saque del bolsillo para mostrarle. Me la arrebató y la tiró al riachuelo sin pestañar.
A todo esto la señora nos miraba desconcertada, en un segundo de gracia se sobresaltó y dijo: “ yo te pagó nene, pero ayudanos a abrir esa puerta, por favor!”. Ok, respondo, ya fue vamos.
LEJOS DE CASA