Desde el otro lado, los callejeros vivan su libertad de manera bipolar. Por un lado, la malgastaban caminando sin rumbo por las calles, largas y cortas; durmiendo en las plazoletas verdes, a oscuras en la noche. Por otra parte, la aprovechaban reuniéndose y compartiendo eternas conversaciones sobre arte, artistas y políticas varias. Inclusive alguno de ellos creaba y compartía su arte con el resto.
Todo parecía transcurrir sin mayores inconvenientes.
Un mal día, fuera de sí, con lloviznas aisladas y un sol arrasador; los ciudadanos deciden acabar con los callejeros.
Descubren que todas las ciudades comparten sus fondos, entonces comienzan a asomarse por los muros vecinos. Se cartean cotidianamente y comienzan una gran cadena de comunicación que en la jerga llamaban: “el globo”.
Los callejeros no advirtieron este complot, estaban ocupados viviendo libremente.
El complot consistía sencillamente en que todas las ciudades utilicen a sus actores- intermediarios para arreglar el día del ataque. Saldrían todos juntos como una gran estampida a tomar las calles, utilizando cualquier utensilio para atacar o defenderse de los callejeros. El kit de la cuestión estaba en asegurarse la buena comunicación para poder persuadir y activar más rápidamente a los ciudadanos.
Al fin, decidieron el día; miércoles 14 de noviembre.
Durante todas esas noches, hasta la fecha, se observó por techos y muros, el pasaje de diferentes herramientas y utensilios.
Llegado el día, los ciudadanos habían organizado todo, cada ciudad estaba unida estratégicamente por distintos medios de comunicación.
DOS