Desde que habló por primera vez, noté la angustia existencial en sus ojos.
Escuché su postura de la vida y a la vez presentí: que algo malo traería a cuestas.
No sé bien qué, pero esa dulzura más cruda que un anillo, me tenía mal.
Cayé por una hora aproximadamente, sin derramar opinión alguna al transeúnte.
Ya tantos locos se asomaron a mi puerta que esta vez atendí, con desgano e impaciencia. Supongo que el atractivo de su postura hizo lo suyo, por donde lo mires era un tipazo. Luego de una larga insinuación a la demencia, cayó.
Y observando mi postura de hereje, preguntó:
-vos sabes de que se trata esto, no?.
-sí, creo que usted está deprimido; no es así?. Contesté.
No, me respondió con estilo envidiable.
-yo estoy preocupado, sabe? Pienso que todas las cosas están al revés como dice mi amigo Galeano, patas arriba. Me entiende?
-Así que usted es amigo de Galeano, el escritor; que honor, no?. Respondí burlándome.
-Bueno, amigo directo no es. Pero coincidimos en el rumbo, en las miradas.
LA FUGA SIN "Z"