Podemos entender naturalmente lo que vemos y tocamos. Pero decimos tener en nuestras manos el juicio para sentenciar una aparición sobrenatural. Por ejemplo, dicen que tiene que asustarnos alguien que ha perecido en su carne, dicen que no es normal. Nos dicen que es mejor no verlos ni sentirlos; porque el único método de vida y la única paridad que nos merecemos es la de: “entre vosotros y nosotros”.
Ahora, si nos creemos con la potestad de contraponer realidad supuesta, con lo supuesto anormal; debemos poder explicarlo y someternos al mismo juicio que padecieron aquellos filósofos que empezaron a cuestionar lo normal.
¿Por qué la muerte es el fin y no el comienzo? ¿Por qué las almas no tienen derecho a vivir, y los cuerpos sí? ¿Acaso el alma no tiene más capacidad de analizar una línea infinita, más que un cuerpo vivo que perecerá pronto?
Lo que podemos apreciar es que no sabemos si somos: los vivos o los muertos, en este mundo de engaños. Tenemos el tupé de calificar de vivo o muerto, basándonos en lo establecido desde nuestro nacimiento (si podemos afirmar que el nacimiento es tal, o especular fervorosamente que se trata de una muerte) valla a saber uno por quién carajo.
Creo que en esta manera de pensar, tan timorata que nos imponen, sólo; elegimos estar muertos en vida. Hasta las almas eligen mejor que nosotros cuando cruzan los límites impuestos. Ellas, eligen vivir entre los muertos.
El Muerto
"El skapismo es un refugio moderno". Descartes.