SEUDO 4 | Page 14

-Está bien, pero para ese deseo vais a tener que hacer algunas cosas.

-¿Me estás jodiendo?- la nariz vuelta roja, la garganta dolida -Encima que no servís para nada, que te secas, tengo que hacer cosas para que cumplas mis deseos?

El Moco se calló, estaba temblando nuevamente, se había asustado con los gritos.

-¿A donde tengo que ir?

Sin dejar de temblar, con una vibración constante de la voz que parecía atravesada por un sintetizador, le respondió.

-A la… A la torre de la plaza.

No necesitaba direcciones porque “La plaza” siempre había sido una plazoleta cerca de la estación, y una torre circular de unos treinta metros se exhibía en su centro.

-¿Cuanto hasta que te seques?

-Veintidós minutos.- Sabía que no le iba a gustar esa respuesta

Su dueño y productor lo miró, y sabiendo que no podía hacer nada para volver el tiempo atrás, prefirió no insultarlo para no perder ni un segundo más. Miró su reloj que marcaba las exactas 3 y treinta y nueve de la tarde. Supo que justo en ese momento:

-Veintiuno- Dijo el moco temiendo el servilletazo.

Se fijó las 4 de la tarde como límite para llegar a la punta de la torre de Edraín. Le habían puesto ese nombre por el cuidador de noventa y tres años que, preocupantemente, solía decir que cuando él muriera la torre iba a caer. Los chicos sabían que no era solo un decir, pero los padres los retaban cuando escuchaban eso y les decían que Efraín era un tipo formidable que nunca haría algo malo, que solo estaba viejo y no sabía lo que decía.

Corrió en bata, slip y pantuflas las siete cuadras. Temiendo que el aire lo secara, iba con la mano apoyada justo sobre la carita del moco. Sin tocarlo. Cuando llegó, Edraín se había ido al baño un momento, entró a la torre y subió hasta el último piso. Quedaban siete minutos para las cuatro. Sacó la mano y el moco habló agónicamente:

MOCO

(ÚLTIMA PARTE)