Serie "Cuerpo, Alma y Ruaj" Serie Cuerpo, Alma y Ruaj | Page 36
común. Los creyentes enzarzados en el pecado no
muestran tantos talentos; ni tampoco los que son espi-
rituales. Parece que Elohim les concede dones abun-
dantes a los anímicos a fin de que puedan entregar sus
dones a morir voluntariamente y luego reclamarlos una
vez renovados y glorificados en la resurrección. Con to-
do, estos santos de Elohim son reacios a consignar estos
dones a la muerte, y en vez de ello los usan al máximo.
Las habilidades concedidas por Elohim deberían ser
usadas por Elohim y para su gloria, pero los creyentes
anímicos, con frecuencia las consideran como suyas
propias. En tanto que sirvan a Elohim en este estado
mental van a continuar usándolas en conformidad con
sus ideas sin permitir que el Ruaj haKodesh los guíe. Y
cuando tienen éxito se atribuyen toda la gloria a ellos
mismos. Naturalmente, una autoglorificación y auto-
admiración así son muy veladas; sin embargo, por mu-
cho que traten de parecer humildes y ofrecer la gloria
a Elohim, no pueden evitar el ser centrados en sí mis-
mos. ¡La gloria puede ser de Elohim, bueno... pero es
para Elohim a tr avés de mí!
Por el hecho de que los anímicos tengan muchos talen-
tos —activos en el pensamiento y ricos en la emoción—
fácilmente estimulan el interés de la gente y conmue-
ven sus corazones. En consecuencia, los creyentes aní-
micos suelen poseer personalidades magnéticas. Pue-
den rápidamente ganar la aclamación del pueblo
común. Con todo, persiste el hecho de que en realidad
carecen de poder espiritual. No contienen el flujo vivo
del poder del Ruaj haKodesh. Lo que tienen es suyo
propio. Las personas se dan cuenta de que poseen algo,
pero este algo no imparte vitalidad espiritual a los de-
más. Se les ve muy ricos; pero en realidad son muy po-
bres.
En conclusión
Un creyente puede tener alguna o todas de las expe-
riencias ya mencionadas, antes de ser librado entera-
mente del yugo del pecado. Las Escrituras y la expe-
riencia real juntas dan prueba del hecho de que mu-
chos creyentes son controlados simultáneamente, por
un lado, por su cuerpo para incurrir en pecado, e in-
fluenciados, por otro, por su alma para vivir conforme
a sí mismos. En las Escrituras los dos son etiquetados
como "de la carne". Algunas veces en sus vidas los cre-
yentes siguen el pecado del cuerpo y otras la voluntad
propia del alma. Ahora bien, si un creyente puede en-
contrar muchos de los deleites del alma permitiéndose
no menor indulgencia en los deseos del cuerpo, ¿no es
igualmente posible tener muchas sensaciones del alma
en asociación con muchas experiencias del ruaj? (Natu-
ralmente, no debe pasarse por alto que hay algunos
que concluyen una fase antes de entrar en las otras fa-
ses). La experiencia de un creyente, por consiguiente,
es una cosa más bien compleja. Es imperativo que de-
terminemos por nosotros mismos si hemos sido librados
de lo bajo e innoble. El tener experiencias espirituales
no nos hace espirituales. Sólo después de haber sido
librados del pecado y del yo podemos ser considerados
espirituales.
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