Los creyentes anímicos se desaniman fácilmente a causa de sus esfuerzos. Les falta la tranquila confianza que se apoya en Elohim para hacer la obra. Estando regulados por sus sensaciones internas y el ambiente externo, no pueden apreciar la " ley de la fe ". Ante el sentimiento de que han fallado, por más que no tenga que ser verdad, están dispuestos a renunciar a seguir. Se desmayan cuando el ambiente se nubla y se hace desabrido. No han entrado todavía en el reposo de Elohim. Como les falta poder ver a lo lejos, estos creyentes que confían en el alma se desaniman fácilmente. Sólo pueden ver lo que tienen inmediatamente delante. Las victorias momentáneas les inyectan gozo; las derrotas temporales les entristecen. No han descubierto la manera de ver el fin de la obra a través de los ojos de la fe. Anhelan un éxito inmediato como consuelo y solaz para su corazón; el fallo en conseguirlo les hace incapaces de seguir adelante, sin flaquear, y confiar en Elohim en medio de las tinieblas circundantes.
Los creyentes anímicos son expertos en descubrir faltas, aunque ellos no sean por necesidad fuertes. Son prontos a criticar y lentos para perdonar, y aún cuando muchas veces descubren que se equivocaron, raramente se disculpan; generalmente " desaparecen " para no tener que humillarse. Cuando investigan y corrigen las deficiencias de los demás exudan una especie de autosuficiencia y una actitud de superioridad, y jamás se mencionan a sí mismos como personas que están pasando o han pasado por lo mismo en algún momento de sus vidas; generalmente se plantean como habiendo casi nacido perfectos. Su manera de ayudar a la gente es correcta y legal, pero su motivación no siempre es recta, porque la disminución de los demás los eleva a sus propios ojos, internamente. Al contrario, si son ellos los que están recibiendo alguna corrección, lo primero que hacen es acusar de cualquier cosa( generalmente lo mismo de lo que están siendo amonestados, con un " y tú no te has visto a ti mismo " que muestra claramente su posición carnal de rebeldía. No han comprendido aún que si el Padre disciplina en amor, LOS HERMANOS TAMBIÉN DEBEN HACERLO ENTRE SÍ EN AMOR. De ambos lados( siendo ayudado o siendo ayudador) debe haber el deseo de que el otro crezca, el deseo del bienestar del otro y así, el del Cuerpo como un todo. Cuando eso no se ve, no se verá crecimiento. LAS PERSONAS QUE SE NIEGAN A DAR O RECIBIR, SIMPLEMENTE CONTINÚAN ESTANCADAS, Y ESA ES LA PRIMERA COSA QUE ALERTA: NO HAY FRUTOS.
La tendencia a apresurarse marca con frecuencia a los que marchan al paso de su alma. No esperan a Elohim. Todo lo que hacen es precipitado, impetuoso, con prisas. Obran, más bien por impulso que por principios. Incluso en la obra de Elohim estos creyentes son impulsados por su celo y pasión, hasta el punto que no pueden esperar a que Elohim deje clara su voluntad y su camino.
La mente del anímico está ocupada por completo en sus empresas. Consideran y planean, hacen esquemas y predicen. Algunas veces presagian un futuro espléndido, por lo que están fuera de sí de gozo; otras veces captan sólo vistazos de tinieblas e inmediatamente son presa de un estado de miseria indecible. ¿ Piensan de esta forma en Yahweh? No, piensan más en sus tareas.
Para ellos, el hacer la obra de Yahweh es de importancia suprema, pero con frecuencia se olvidan de que Yahweh es el que da la obra. Debido a que poseen océanos de planes y montañas de opiniones es muy penoso trabajar con los creyentes anímicos. Todo lo que les parece bueno a ellos debe ser aceptado como bueno por los otros. La condición esencial para obrar con ellos es estar perfectamente de acuerdo con sus ideas o interpretaciones. El matiz de interpretación más pequeño es igualado a una profunda implicación en lo que consideran que ha de ser la fe una vez entregada a los santos. Toda opinión diferente que alguien pueda manifestar, no pueden tolerarla en lo más mínimo. Aunque el creyente anímico sabe que no debería aferrarse a opiniones, se asegura de que siempre que hay que descartar una opinión ¡ no sea la suya! El sectarismo— admite— no es escritural; pero nunca es su " secta " particular la que debe desaparecer. Todo lo que él no acepta lo considera como una herejía.( Y no es de extrañar que otros creyentes— tan anímicos como él— le paguen con la misma moneda, negando autenticidad a su fe). Siente gran apego a su obra. Ama a su pequeño círculo, digamos íntimo, y es por ello incapaz de trabajar conjuntamente con otros hijos de Elohim. E insiste en denominar solamente hijos de Elohim a los que son de su propia filiación.
Cuando llegamos a la predicación, el anímico no puede depender enteramente en Elohim. O bien pone su confianza en algunas historias ilustrativas buenas, o en palabras ingeniosas o en su personalidad. Pasan más tiempo analizando y recogiendo los materiales, y pensando con ahínco, que orando y buscando la mentalidad de Elohim y esperando poder desde arriba. Memorizan sus mensajes y luego los predican literalmente. Sus pensamientos ocupan un lugar primario en esta obra. Con un enfoque así estos creyentes, naturalmente, van a poner más confianza en el mensaje que en Yahweh. En vez de confiar en el Ruaj haKodesh para que les revele la necesidad del hombre, y la provisión de Elohim para sus oyentes, dependen de modo exclusivo de las palabras que pronuncian para conmover a los corazones de los hombres.
Los creyentes anímicos disfrutan empleando palabras altisonantes y frases alambicadas. En este respecto están tratando de imitar al que es genuinamente espiritual, que, habiendo recibido mucha experiencia del Ruaj, es capaz de transmitir lo que éste le ordena con precisión y claridad, pero con tanta sencillez que hasta un niño puede comprender( si el Ruaj le abre los ojos y oídos), porque así es la sabiduría que proviene de lo alto. El carnal considera esto altamente atractivo, por lo que se deleita en emplear una maravillosa imaginación en la predicación. Siempre que se le ocurre una idea que cree superior— sea andando, conversando, comiendo o durmiendo— la anota para su uso futuro. Nunca se preguntan si esta idea les fue revelada por el Ruaj haKodesh o es meramente un pensamiento que ha irrumpido en su mente. El anímico ama usar fraseología espiritual. Aprenden de memoria un copioso vocabulario espiritual que emplean invariablemente en cualquier oportunidad conveniente( y actualmente tenemos la novedad de la incorporación del " vocabulario hebreo ", el cual puede ser utilizado tan superficialmente como los " amenes "). Lo usan tanto
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